Chamanismo, Extasis y Enteógenos

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En general para las sociedades ágrafas, la antropología denomina como chamanes a los expertos que se enfrentan directamente con lo sobrenatural . Asimismo los antropólogos han preferido ocupar el vocablo chamán para distinguirlo de otros términos como “brujo” o “curandero”, por poseer éstos, tradicionalmente, connotaciones desconcertantes y muchas veces peyorativas; “el término está sacado del idioma de la tribu tungus de Siberia” (Harner, 1976).

El chamán es el gran especialista de lo invisible. Puede ser definido como el hombre o la mujer que se pone en contacto directo con el mundo de los espíritus mediante un estado de trance. Provisto de poderes especiales, el chamán es un mago, posee el don de “hacer” según su conocimiento y voluntad. En sus memorias Alan Watts escribe que el chamán sigue el curso de su propio destino y por eso es considerado como una persona “rara”, puesto que trasciende las convenciones sociales. Está “fuera de este mundo” o en otro mundo. Se le atribuyen poderes mágicos porque representa la inquietante rareza, porque vive fuera de las reglas comunes y se fragua un camino fuera de los caminos trillados .

Se puede afirmar que el chamán es un ser diferente. o todos los hombres pueden llegar a ser chamanes. El chamanismo exige un extraordinario esfuerzo personal. Por esto el chamanismo es raro y se vuelve cada vez más raro. Para ser chamán, es decir, para convertirse en un ser diferente, un hombre debe desearlo profundamente y durante mucho tiempo. El tornarse chamán hace al hombre un ser diferente porque adquiere numerosas cualidades nuevas y poderes que antes no poseía. Una de las primeras facultades que adquiere es la certeza de que no conoce ni sus límites ni sus posibilidades. No conoce siquiera hasta qué punto no se conoce.

Probablemente uno de los rasgos más característicos y que identifican la experiencia chamánica es el cambio a otro estado de conciencia. Una especie de alteración de la conciencia ordinaria. A menudo este alto a otro nivel de conciencia se llama trance, durante el cual el chamán siente como si hubiera emprendido un viaje. Esta breve caracterización del chamanismo exige dos observaciones que curiosamente los especialistas han pasado por alto: ¿qué se entiende por conciencia? y ¿qué significa pasar de un nivel de conciencia a otro?

La más importante y engañosa de las posibles cualidades del hombre es la conciencia. Sostenemosque, en general, el hombre se atribuye la concienciaaunque en verdad no la posee. A menudo el estado de vigilia en el hombre se denomina conciencia lúcida o conciencia despierta, pero debería llamarse sueño despierto o conciencia relativa. No se puede decir que el hombre en ese estado esté despierto, puesto que permanece influido poderosamente por los sueños. Vive más en los sueños que en la realidad. En este se tido, siguiendo los planteamientos de Ouspensky la conciencia en el hombre es una muy particular “aprehensión de conocimiento interior”, independiente de su actividad mental. Ante todo, la conciencia es una forma de conocimiento de sí mismo, un conocimiento de lo que es, de dónde está, de lo que sabe y de lo que no sabe, y así sucesivamente. Sólo uno mismo puede saber si en un instante dado es consciente o no. Únicamente el hombre puede saber si su conciencia existe o no en un momento determinado.

Por otra parte, la conciencia en el hombre jamás es permanente. Está presente o no lo está. Los momentos más elevados de conciencia crean la memoria; los otros momentos se olvidan. Para entender lo que es la conciencia no hay que confundirla con las funciones psicológicas, es decir, con los pensamientos, sentimientos, impulsos motrices y sensaciones. En forma analógica, la conciencia en el hombre es como un espejo que es capaz de reflejar todas las funciones del ser humano sin ser ninguna de las cosas que refleja.

En realidad la conciencia tiene grados bien visibles y observables por cada uno en sí mismo. El hombre puede conocer cuatro estados de ella: el sueño, el estado de vigilia, el recuerdo de sí y la conciencia objetiva. El hombre vive solamente en los dos primeros estados. El tercero o conciencia de sí, el hombre se lo atribuye, cree poseerlo, aunque en realidad no sea consciente de sí mismo sino por chispazos. Normalmente esos chispazos de recuerdo de sí se producen en momentos excepcionales, en situaciones de crisis o cuando se los busca por medio de esfuerzos especiales o a través del consumo de enteógenos. La conciencia de sí es un estado en el cual el hombre se torna objetivo respecto de sí mismo.

Por sobre la conciencia de sí, existe la conciencia objetiva, o metaconciencia, que es un estado en el cual el hombre entra en contacto con el mundo real u objetivo, del cual el ser humano está actualmente separado por los sentidos, los sueños y los estados subjetivos de conciencia. En verdad no sabemos prácticamente nada del estado de metaconciencia, salvo por los relatos de los místicos y las obras de algunos poetas sabios.

A la luz de lo dicho, creo que el cambio que experimenta el chamán, es justamente una transformación en su manera de comprender el significado de la con ciencia, y prosigue con la adquisición gradual de un dominio de la propia conciencia. De acuerdo con este enfoque el chamán, por medio de una prolongada preparación y un estudio particular, va adquiriendo una conciencia más permanente, amplia, penetrante y controlable. Cuando se afirma que el chamán pasa a otro nivel de conciencia no es otra cosa que una experiencia de conciencia de sí o incluso eventualmente de conciencia objetiva. Mircea Eliade señala que “el chamán es el gran especialista del alma humana: sólo él la ve, porque conoce su ‘forma’ y su destino”. Subraya un aspecto fundamental: el chamán es el que comprende la naturaleza humana y visualiza sus proyecciones. El chamán es el gran constatador de la realidad porque es un “hombre inspirado por los espíritus(De Montal, ). Sus observaciones están más allá del dominio conceptual del intelecto, se sitúan en un nuevo (para nuestra civilización) reino de conocimiento.

Los expertos sostienen que el chamán tiene una especialidad mágica que le confiere otra dimensión: es el Señor del Éxtasis. En efecto, una de las definiciones más aceptadas de chamanismo, dice que “es la técnica del éxtasis” (Eliade, 1986: 22). El acceso al estado de éxtasis supone el despertar de ciertos poderes latentes, generalmente inexplora- dos por el hombre, entre ellos el poder de la voluntad y la capacidad de hacer. Dos facultades que el hombre solamente podría alcanzar en los estados superiores de conciencia. Existe consenso en torno a que el chamanismo es justamente una de las técnicas arcaicas del éxtasis, simultáneamente misticismo, magia y religión. El éxtasis chamánico es un fenómeno físico, mental y espiritual durante el cual el alma (la conciencia acrecentada) abandona el cuerpo y viaja a los cielos o los infiernos subterráneos (Eliade). De esta manera, gracias a sus experiencias extáticas, el chamán es el interlocutor de los hombres ante las fuerzas infernales y celestes. Es un hombre que mantiene relaciones concretas e inmediatas con el mundo de los dioses y de los espíritus: los ve cara a cara, les habla, les pide, les implora, porque su vida está consagrada a la permanencia del clan y a la salud física y mental de sus miembros. Su principal razón de ser es el desarrollo espiritual de la comunidad. Por esto el chamán es también un mago y un hombre médico, puede curar, efectuar milagros faquíricos; además es psicopompo (es decir, el chamán es capaz de, en ocasiones, acompañar el alma de un difunto al reino de las sombras). También puede ser sacerdote, místico y poeta (Eliade, 1986: 21). En consecuencia, la vocación chamánica exige no sólo una verdadera búsqueda mística sino también el compromiso que implica ser el responsable del alma humana.

En la mayoría de las experiencias místicas, muy similares al éxtasis chamánico, se produce una pérdida de sí mismo y una sensación de unión con el universo; una disolución de la noción espacio-tiempo, una sensación de respeto, admiración o poderío, acompañado de un sentimiento de gratitud, amor o gozosa contemplación. Es obvio que estas experiencias, místicas o de éxtasis no pueden ser descritas con palabras porque corresponden a los estados de conciencia superior, muy diferentes de la condición ordinaria del hombre. El nacimiento de las más importantes religiones del mundo está estrechamente relacionado con una ovarias experiencias místicas. De igual forma, sostenemos que el éxtasis chamánico debió estar íntimamente ligado a las antiguas expresiones religiosas de los pueblos sin tradición escrita.

Para Don Juan, el protector de Castaneda, el chamán es un “agente de poder” que realiza, gracias a la ayuda de los espíritus guardianes (tutelares), lo que ningún hombre imaginaría posible hacer. Con frecuencia, el chamán cumple su misión con la ayuda de los espíritus auxiliares que lo acompañan durante su trance.

Normalmente estos espíritus corresponden a animales. El animal simboliza siempre un nexo real y directo con el más allá. Para el chamán el animal es un ‘doble’, su alter ego. Es él, el que se transforma en animal.

En suma, los chamanes, por medio del trance extático -es decir a través de la conciencia de sí o de la conciencia objetiva-, adquieren poderes extraordinarios para comunicarse con el mundo invisible. Así es como pueden curar los males físicos, psíquicos y espirituales del hombre. En la vida religiosa de las comunidades, en su ma yoría ágrafas, únicamente el chamán es el psicoterapeuta (Harner). El chamán tiene el poder de curar, porque solamente él “ve” los espíritus y sabe como exorcizarlos.

Como cualquier otro llamado religioso, la vocación chamánica se manifiesta por una crisis, por una ruptura provisional del equilibrio psíquico del futuro chamán Inevitablemente se verá enfrentado a una crisis espiritual que no está desprovista de grandeza trágica ni de belleza (Eliade).Esta crisis fundamental del chamán es, en esencia, una toma de conciencia de su singularidad. No se manifiesta exactamente en una enfermedad sino más bien, en un cambio progresivo de conducta. Los síntomas del desequilibrio interno que experimenta son muy similares a las señales de la vocación mística.

Para Carlos A. León “el chamán es ante todo un enfermo que ha vencido sus dolencias y se ha curado a sí mismo; la curación es la iniciación”. Los estudiosos del tema reconocen cuatro maneras de reclutamiento chamánico: la vocación espontánea, la transmisión hereditaria, la decisión personal y la elección operada por el clan . El común denominador de estos cuatro llamados chamánicos lo constituye la etapa de iniciación. Luego de que los chamanes son “elegidos” entran en una zona de lo sagrado, inaccesible a los demás miembros de la comunidad. La iniciación chamánica implica una profunda transformación del virtual chamán. El chamán debe transformarse, abandonar el modo antiguo de ser. Alejarse del pasado e ir en pos del futuro. Ciertamente, para renacer a una nueva vida debe experimentar una muerte simbólica y, de esta manera, superar su condición humana.

La iniciación chamánica se acerca mucho al proceso de la metanoia, “que lleva a un cambio total en la interpretación y comprensión del propio yo y de la finalidad de la vida” (Jacoby). Mediante la iniciación chamánica se logra una nueva visión de la realidad, caracterizada por la intuición de estar en el mundo y la intuición de ser en el mundo.En definitiva, la experiencia chamánica equivale a una restauración de esa condición dichosa de la humanidad en la aurora de los tiempos . Un chamán no es reconocido como tal sino después de haber recibido una doble instrucción: primero de orden extático (la iniciación mediante los espíritus) manifestada por sueños, visiones, trance, etcétera, y segundo, de orden tradicional (la iniciación ritual) representada por las técnicas chamánicas enseñadas por un maestro. Precisamente esta doble instrucción, asumida por los espíritus y los viejos maestros, equivale a una iniciación chamánica .

Otra manera de acceder a la vocación chamánica, en ritos de iniciación de comunidades siberianas y americanas es a través de las plantas sagradas o en teógenos. En realidad, entre los pueblos siberianos el éxtasis por efecto del consumo de hongos alucinan- tes es una práctica bastante frecuente .También la reivindicación que hicieron del peyote, en un principio, A. Artaud y A. Huxley, y más recientemente C. Castaneda, confirman el uso de plantas sagradas en América. Igualmente, los trabajos de Reichel-Dolmatoff han vinculado el arte rupestre aborigen de Colombia y eventualmente de Chile con el uso chamánico de plantas alucinógenas. Asimismo, el redescubrimiento hecho por G. Wasson de los hongos y su relación con el chamanismo mesoamericano, son una evidencia de que los enteógenos servían de instrumento de acceso al éxtasis.

Aunque la literatura y los trabajos teóricos oficiales no hayan prestado atención -salvo al peyote- sobre el origen enteogénico de muchas experiencias extáticas, no cabe duda que el “chamanismo -clásico- implicaba muchas veces el uso de alucinógenos”. Junto a Wasson, creemos que los enteógenos son una clave para el chamanismo y las religiones animistas antiguas. El papel de los enteógenos en las experiencias chamánicas aún no han sido suficientemente valoradas. Por supuesto, “esto no significa que los enteógenos sean indispensables para provocar un estado de trance” (Wasson). Pero no estamos de acuerdo cuando se sostiene que mediante la embriaguez narcótica se trata de imitar un estado espiritual que ya no se es capaz de conseguir de otro modo (Eliade). En realidad, hablar de una reproducción mecánica y espuria del éxtasis, producto del consumo de en- teógenos, es un prejuicio mayúsculo. En lo sustantivo, significa desconocer el hecho esencial de que la ingestión de enteógenos, en un ámbito chamánico, o sea de sabiduría, es un medio, un mero instrumento para despertar las enormes potencialidades que surgen cuando el hombre o el chamán alcanza el estado de recuerdo de sí o la conciencia objetiva. Adquirir la comprensión bien justifica el camino recorrido para alcanzarla. Lo que no se ha entendido es que las vías que llevan al éxtasis no son ni buenas ni malas, el asunto radica en la velocidad, es decir, el tiempo estimado para pasar de un estado de conciencia ordinaria a otro superior. La tradición herbolarea america de los enteógenos constituye, cuando son administrados con la escrupulosidad de una sesión chamánica, un poderosísimo despertador de conciencia.

Sostener que las gracias logradas a través de hongos, cactus, o medios científicos (mescalina, LSD o psilocibina) son artificiales y falsas comparados con las obtenidas a partir de una disciplina religiosa es, a nuestro juicio, utilizar argumentos confusos. Ha quedado suficientemente demostrado que los efectos son los mismos. No corresponde tratar el éxtasis enteogénico como un regalo inmerecido, debido a ese curioso sentimiento humano de considerar que sólo aquello que implica enorme esfuerzo y sufrimiento es realmente verdadero. Ya el éxtasis enteogénico significa en forma simbólica, pero no menos real, la muerte del ego y la posterior resurrección del alma.

Tal como lo señala Harner “El uso de agentes alucinógenos (enteógenos) para conseguir estados de trance en los que se perciba y se tome contacto con el mundo supernatural es evidentemente una antigua costumbre muy difundida entre los humanos”. En la región del noreste de Asia, se ha reconocido una estrecha relación entre la amanita muscaria, y la acción chamanística. También, en las últimas décadas, las obras de Castaneda han servido para conocer, a través de experiencias concretas y testimonios directos, el uso que le dan los indios mexicanos a la mescalina, el peyote y otras hierbas.

En resumen, la conciencia chamánica es una especie de comprensión emocional de la verdad en ciertas relaciones definidas. Cuando el hombre, en este caso el chamán, alcanza el estado de recuerdo de sí, y en particular la conciencia objetiva (metaconciencia) adquiere, a mi juicio, dos funciones que Ouspensky definió como emoción superior y mental superior. Este estado va acompañado de fenómenos quenllamaríamos de psicología supranormal. En este sentido, la magia podría ser la manifestación de un mundo de un nivel superior en un plano inferior. Por consiguiente, el chamanismo sólo tendría sentido si lo ubicáramos en la búsqueda de lo milagroso.

Por último, parece necesario hacer un breve acercamiento a los aspectos neurofisiológicos de los estados de conciencia. Es sabido que los hemisferios cerebrales en los procesos de la conciencia y la comunicación son diferentes. El hemisferio izquierdo (dominante para la mayoría de las personas) controla el razonamiento lógico, matemático y el lenguaje. También se caracteriza porque elabora formas analíticas y lineaes -temporales- de raciocinio, para la interpretación de la realidad y la comprensión de sus fenómenos. En cambio, el hemisferio derecho se ocupa de los procesos sintéticos y convergentes. Juega un importante papel en la intuición y las emociones fuertes. Es unitario, integral e intemporal. Entonces según esto, existirían potencialmente dos modos de ver alternativos. Uno sería lógico, analítico y realista, y el otro, intuitivo, sintético y simbólico.

A nuestro entender, la conciencia chamánica, por efecto o no de enteógenos, se acerca más a la intuición creativa que al juicio racional, a los símbolos que a los signos, al mundo de la afectividad que a la dimensión intelectual.

escrito por Cristian Vergara Oliva,

Fuente: http://www.sabiduria.es/

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Comentarios (1)

 

  1. mahari macin dice:

    Muy interesante, me gusto.

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