El experimento del Viernes Santo

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20 de Abril de 1962, un grupo de 20 personas formado por estudiantes y profesores de teología junto con 10 “guías” se preparan para comenzar la celebración de Viernes Santo en el sótano de la capilla Marsh, una de las instalaciones religiosas de la Universidad de Boston. Momentos antes de dar comienzo la celebración, todos los participantes han recibido una cápsula y un vaso de zumo, la mitad de las cápsulas contienen psilocibina (compuesto activo de los hongos psilocibios o “setas alucinógenas”), la otra mitad, ácido nicótico, una sustancia que produce una sensación de hormigueo y que podría hacer pensar a cualquier neófito que está experimentando los efectos del fármaco (la era de la psicodelia aún esta por llegar y los efectos de los enteógenos todavía no forman parte del conocimiento popular). Mientras tanto, un atento grupo de investigadores compuesto por doctores, psiquiatras y psicólogos dirigidos por Walter Pahnke, observa atentamente el comportamiento de los religiosos. Para aumentar la controversia del asunto, el supervisor del proyecto es nada menos que el hombre que “despertó” a los Estados Unidos a finales de los 60, Timothy Leary, en lo que sería el último experimento que realizó como profesor de la universidad de Harvard.

Walter Pahnke fue un médico interesado en el misticismo que decidió aumentar sus conocimientos al respecto con un doctorado en estudios religiosos. Esta curiosidad le llevó a interesarse por los enteógenos y su potencial para provocar experiencias místicas dentro de contextos religiosos. Con el fin de investigar en este campo, consiguió el apoyo de Howard Thurman, decano de la capilla Marsh, el cual se encargaría de aportar el escenario, y de Houston Clark, profesor de psicología de la religión en el seminario de teología Andover Newton, que se encargaría de reclutar los sujetos del experimento, 20 estudiantes voluntarios procedentes mayoritariamente de su seminario, a los que se les unirían 10 “guías” para servir de ayuda con la propia experiencia enteogénica. Huston Smith, famoso por su libro sobre religión comparada titulado “Religiones del Mundo”,  formó parte del experimento como guía y describió la experiencia de la siguiente forma:

“Cuando la psilocibina empezó a hacer efecto, fui consciente de un creciente desorden en la capilla. A fin de cuentas, la mitad de nosotros estábamos en una condición en la que el decoro social no significa nada y la otra mitad estaba más interesada en el espectáculo que se presentaba ante sus ojos que en el propio servicio.”

Al día siguiente del experimento se pidió a los participantes que rellenaran un cuestionario describiendo las sensaciones vividas durante el transcurso del mismo basándose en la categorización de las experiencias místicas establecida por W. T. Stace en su libro Misticismo y filosofía (1960). Sólo uno de los participantes del grupo de control reportó haber sufrido algún tipo de alteración sensorial, mientras que la totalidad de los sujetos que tomaron psilocibina reportaron haber vivido una profunda experiencia mística. Un nuevo seguimiento fue realizado 25 años después del propio experimento por el investigador Rick Doblin para comprobar los resultados a largo plazo de la prueba, con la conclusión de que todos los participantes a los que les fue administrado psilocibina consideraban que dicha experiencia constituía uno de los momentos de mayor espiritualidad de sus vidas. Igualmente, en el mismo estudio, Rick Doblin concluyó que:

“Los resultados del experimento de Pahnke ponen en duda la afirmación de que las experiencias místicas catalizadas por drogas son inferiores a aquellas experiencias místicas de origen no farmacológico, tanto en contenido inmediato como a largo plazo.”

Esta conclusión parece reforzarse con los innumerables casos de personas para las cuales la toma de contacto con los enteógenos ha supuesto una experiencia catalizadora del cambio (como ocurrió con el propio Leary o con Ken Kesey, como comentamos en este otro artículo). Incluso el propio Hofmann comparaba las sensaciones que producía en él la LSD con una experiencia vivida durante su niñez mientras caminaba por el bosque en los alrededores de Baden.

Recientemente, el presidente de Bolivia, Evo Morales, realizó unas declaraciones en las que animaba al nuevo Papa a probar el Vin Mariani o vino de coca, una bebida formada, evidentemente, por vino y extractos de la hoja de coca, que contiene un estimulante denominado cocaetileno, un compuesto generado por la reacción entre el etanol y la benzoilecgonina (uno de los compuestos activos presentes en la hoja de coca).  La intención de convertir al Papa a la causa en pro de la legalización del consumo de hoja de coca no es tan mala idea, pero puestos a especular, me gustaría ir aún más lejos. En vista de los resultados de este experimento y con una idea muy similar, me pregunto qué rumbo tomaría la iglesia católica si Francisco I se decidiera a experimentar lo que sintió cualquiera de los 10 voluntarios que recibieron psilocibina.

Por muy humilde y campechano que sea el nuevo Papa, tanto él como la totalidad de la curia elesiástica son humanos, lo que los hace igual de susceptibles que al resto de cometer errores. Mucha gente se centra estos días en buscar hechos incriminatorios en el pasado del nuevo Papa, que si fue peronista, que si apoyó o fue poco crítico con los militares golpistas que impusieron la dictadura de Videla en el 76, pero parece que nos olvidamos de ver el dibujo completo, la iglesia es y seguirá siendo, por muy argentino que sea el Papa, una institución aristocrática, homófoba y sexista, donde no hay sitio para ninguna mujer en cualquier posición que suponga ostentar la más mínima autoridad. ¿Podría una experiencia de este tipo cambiar la forma de pensar del líder de la iglesia católica? ¿podría un puñado de setas devolver la empatía a la iglesia?.

Fuente: http://poguemahone.es/el-experimento-de-viernes-santo/

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