En busca de la planta mágica Ska María Pastora

VERSIÓN EN PDF PARA IMPRIMIR: Post2PDF

(Tiempo estimado de lectura: 15 minutos)

Narración de Albert Hofmann extraida de su libro LSD, Mi Hijo Problemático, Capítulo 6

__R. Gordon Wasson, con quién he mantenido relaciones amigables desde las investigaciones de los hongos mágicos mexicanos, nos invitó a mi mujer y a mí a formar parte de una expedición a México a finales de 1962. El propósito del viaje era la búsqueda de otra planta mágica mexicana. Wasson había aprendido en sus viajes por las montañas del sur de México que el zumo exprimido de las hojas de una planta, llamada por ellos la Pastora u hojas de María Pastora, ska Pastora o ska Maria Pastora en mazateco, es usada por los mazatecos en prácticas médico-religiosas, como los hongos teonanacatl y las semillas de ololiuhqui.

__La cuestión entonces era asegurar de qué tipo de planta procedían las “hojas de María Pastora”, y entonces identificar la planta botánicamente. Además deseábamos, si hubiera sido posible, recolectar suficiente material vegetal para llevar a cabo una investigación química de los principios alucinógenos que contiene.

Recorrido a través de la sierra Mazateca

__El 26 de Septiembre de 1962, mi mujer y yo acordamos viajar a la Ciudad de México, donde encontramos a Gordon Wasson. El había hecho todas las preparaciones necesarias para la expedición, así que en dos días nos habíamos dispuesto para la siguiente etapa del viaje hacia el sur. Mrs Irmgard Weitlander Jonson, (viuda de Jean B. Jonson, un pionero del estudio etnográfico de los hongos mágicos mexicanos, matado en el desembarco aliado en el Norte de África) se había unido a nosotros. Su padre, Robert J. Weitlander, había emigrado a México de Austria ye igualmente contribuyó al descubrimiento del culto de los hongos. Mrs Jonson trabajó en el Museo Nacional de Antropología de México, como experto en tejidos indios.

__ Tras un viaje de dos días en un Land Rover espacioso, que nos llevó sobre la meseta, a lo largo del pico nevado Popocatepetl, pasando Puebla, por el interior del valle de Orizaba con su magnífica vegetación tropical, entonces cruzamos en ferry a través del Popoloapan (Río Mariposa), y a través de Tuxtepec, la antigua guarnición azteca, llegamos al punto de inicio de nuestra expedición, el pueblo mazateco de Jalapa de Díaz, descansando en una ladera.

__ Allí estábamos nosotros en medio del ambiente y entre la gente que habíamos venido a conocer en las sucesivas dos semanas y media.

__ Hubo un tumulto sobre nuestra llegada en la plaza del mercado, centro de ese pueblo muy disperso en la jungla. Hombres viejos y jóvenes, que habían estado acuclillados y en pie por allá en bares medio abiertos y tiendas, se tornaron sospechosamente curiosos con nuestro Land Rover; la mayoría estaban descalzos pero todos llevaban sombrero. Las mujeres y las chicas estaban en cualquier lugar que no las viésemos. Uno de los hombres nos dio a entender que le debíamos seguir. Nos llevó al presidente local, un mestizo gordo que trabajaba en una casa prefabricada con el techo de chapa ondulada. Gordon enseñó nuestros credenciales de las autoridades civiles y del gobernador de Oaxaca, que explicaban que nosotros habíamos venido a llevar a cabo investigaciones científicas. El presidente, que probablemente no podía leerlos, estaba visiblemente impresionado por la longitud de los documentos equipados con sellos oficiales. Nos alojó en un espacioso cobertizo, en el que podíamos colocar nuestras mosquiteras y sacos de dormir.

__Miré algo por los alrededores de la región. Las ruinas de una gran iglesia de tiempos coloniales, que alguna vez tuvo que ser muy bonita, rosas casi como fantasmas en la dirección de una cuesta ascendente al lado del cuadrado del pueblo. Ahora podía ver además mujeres mirando fuera de sus cabañas., aventurándose a examinar a los extraños. En sus blancos y largos vestidos, adornados con bordes rojos, y con sus largas trenzas negro-azuladas, ofrecían una vista pintoresca.

__ Fuimos alimentados por una vieja mujer mazateca, que dirigía a una joven cocinera y dos ayudantes. Vivía en una de las chozas típicas mazatecas. Son simples estructuras rectangulares con techos de paja y muros de palos de madera puestos juntos, sin ventanas, las rendijas entre los palos ofrecían suficiente oportunidad de mirar fuera. En medio de la choza, en el suelo de arcilla pisoteada, había un hogar elevado, construido de arcilla seca o hecho de piedras. El humo escapaba a través de grandes aperturas en los muros bajo los dos finales del techo. Bastas esteras que descansaban en un rincón o a lo largo de los muros servían de camas. Las chozas eran compartidas con animales domésticos, así como cerdos negros, pavos y pollos. Había pollo asado para comer, judías pintas y además, en lugar de pan, tortitas, un tipo de pasta de maíz que es cocinada en la losa de piedra caliente del hogar. Se sirvieron cerveza, tequila, y licor de agave.

__La siguiente mañana nuestra tropa se formó para el recorrido a través de la sierra mazateca. Mulas y guías fueron contratados del guarda de los caballos del pueblo. Guadalupe, mazateca familiarizada con la ruta, se hizo cargo de guiar la delantera animal. Gordon, Irmgard, mi mujer y yo íbamos en el medio en nuestras mulas. Teodosio y Pedro, llamado Chico, dos tipos jóvenes que corrían descalzos junto a las dos mulas cargadas con nuestro equipaje, formando la retaguardia.

__Llevó algún tiempo acostumbrarse a las duras sillas de madera. Pero, de todas formas, ese modo de locomoción probaba ser el más adecuado tipo de transporte que conozco. Las mulas seguían al líder, caso simple, a un paso firme. No necesitaban ninguna orden del que los montaba. Con sorprendente destreza, buscaban los mejores puntos a lo largo de un trayecto intransitable, en parte roca, en parte senderos pantanosos, a través de espesuras y arroyos o sobre precipitosas pendientes. Ayudados de todos los cuidados de viaje, debemos dedicar toda nuestra atención a la belleza del paisaje y la vegetación tropical. Había bosques tropicales con árboles gigantescos creciendo con profusión de plantas, y de nuevo claros con árboles de banana o plantaciones de café, entre las finas elevaciones de árboles, flores y el hilo del sendero, entre maravillosas mariposas bulliciosas por todas partes… Hicimos nuestro recorrido río arriba a lo largo del ancho cauce del río Santo Domingo, con un calor asfixiante y un aire condensado, ahora ascendiendo a pie, y cayendo de nuevo. Durante un corto y violento aguacero tropical los anchos y largos ponchos con los que Gordon nos había equipado, probaron ser bastante útiles. Nuestros guías indios se protegían de la tormenta con enormes hojas con forma de corazón que habían cortado diestramente de los lados del camino. Teodosio y Chico daban la impresión de grandes, verdes espigas de heno, cubiertos con esas hojas junto a sus mulas.

__Poco después del anochecer, llegamos al primer asentamiento, el rancho La Providencia. El patrón, Don Joaquín García, la cabeza de una gran familia, nos acogió con hospitalidad y lleno de dignidad. Era imposible determinar cuántos niños, además de los crecidos y los animales domésticos, estaban presentes en la sala de estar, débilmente iluminada por el solitario fuego del hogar.

__Gordon y yo colocamos nuestros sacos de dormir bajo el saliente del techo. Me levanté en la mañana para encontrar un cerdo gruñendo frente a mi cara.

__Tras otro día de viaje en las espaldas de nuestras respetables mulas, llegamos a Ayautla, un asentamiento mazateca diseminado por una ladera. En ruta, junto a los arbustos, fui encantado por los azules cálices del mágico morning glory Ipomea violacea, la planta madre de las semillas de ololiuhqui. Crecía salvaje allí, entre nosotros sólo se encuentra en jardines como planta ornamental.

__Permaneceríamos en Ayautla varios días. Tuvimos alojamiento en casa de Doña Donata Sosa de García. Doña Donata estaba a cargo de una gran familia, que incluía su enfermizo marido. Además, ella presidía todo el cultivo de café de la región. El centro de recolección del grano fresco de café estaba en una construcción adyacente. Era un cuadro, las jóvenes mujeres y chicas indias volviendo a casa de la cosecha hacia el atardecer, en sus brillantes con los bordes adornados de colores, llevando los sacos de café a sus espaldas mediante almohadones. Doña Donata además manejaba una especie de verdulería, en la que su marido, Don Eduardo, permanecía en pié tras el mostrador.

__En el anochecer, a la luz de una vela, Doña Donata, que junto al mazateco hablaba además español, nos contó de la vida en el pueblo; una tragedia u otra que tenía lugar cerca de cada una de las cabañas aparentemente pacíficas que descansaban rodeadas de aquél escenario paradisíaco. Un hombre que había asesinado a su mujer, y que ahora se sentaba en prisión de por vida, había vivido en la casa de la puerta de al lado, que ahora permanecía vacía. El marido de una hija de Doña Donata, tras un asunto con otra mujer, fue asesinado por celos. El presidente de Ayautla, un joven hijo de mestizo, a quien habíamos hecho nuestra visita formal por la tarde, nunca hizo el corto camino de su choza a su “oficina” en la entrada de la aldea (con el techo de hierro ondulado) a menos que estuviera acompañado por dos hombre armados pesadamente. Debido a que aplicaba impuestos ilegales, le asustaba ser disparado a muerte. Puesto que ninguna autoridad mayor se encarga de esta remota región, la gente recurre a la autodefensa de este tipo.

__Gracias a los buenos contactos de Doña Donata, recibimos la primera muestra de la tan solicitada planta, algunas hojas de Pastora, de una vieja mujer. Puesto que las flores y las raíces se habían perdido, ese material vegetal no era conveniente para la identificación botánica. Nuestros esfuerzos para obtener información más precisa sobre el hábitat de la planta y su uso fueron infructuosos…

__La continuación del viaje desde Ayautla fue retrasado, ya que tuvimos que esperar hasta que nuestros chicos pudieran traer de nuevo las mulas que habían llevado a pastar al otro lado del río Santo Domingo, salpicado por un intenso aguacero.

__ Tras un recorrido de dos días, pasamos la noche en el pueblo de alta montaña de San Miguel Huautla, llegamos a Río Santiago. Aquí se nos unió Doña Herlinda Martinez Cid, profesora de Huautla de Jiménez. Había venido por la invitación de Gordon Wasson, que la conocía desde sus expediciones en busca del hongo, y que serviría de intérprete de mazateco hispanohablante. Por otra parte, ella podría ayudarnos a través de sus numerosos parientes esparcidos por la región, para encontrar la preparar el terreno para contactar con curanderos y curanderas que usaran las hojas de la Pastora en sus prácticas. Por motivo de nuestra llegada retrasada a Río Santiago, Doña Herlinda, que estaba al corriente de los peligros de la región, había estado asustada por nosotros, temerosa de que pudiéramos haber volcado en un camino rocoso o sido atacados por ladrones.

__Nuestra siguiente parada fue en San José Tenango, un asentamiento descansando en lo profundo de un valle, en medio de vegetación tropical con árboles de naranja y limón y plantaciones de banana. Aquí estaba de nuevo la típica postal de aldea: en el centro, una plaza de mercado con una iglesia medio en ruinas del periodo colonial, con dos o tres edificios, una tienda general, y cuadras para caballos y mulas. Encontramos alojamiento en unas barracas de hierro ondulado, con el lujo especial de suelo de cemento, en el que podíamos extender nuestros sacos de dormir .

__ En la espesa jungla descubrimos un manantial cuya magnífica agua fresca en la cavidad de roca natural nos invitó al bañarnos. Aquello fue un placer inolvidable tras días sin oportunidad para lavarnos bien. En esa gruta vi un pájaro cantor por primera vez en la naturaleza, una gema azul-verdosa, metálica, con grandes flores de liana zumbantes por encima.

__El contacto deseado con personas diestras en medicina conexiones de Doña Herlinda, empezando por el curandero Don Sabino. Pero el rehusó, por alguna razón, a recibirnos en consulta y para la cuestión de las hojas. De una vieja curandera, una mujer venerable en una llamativa y magnífica prenda mazateca, con el hermoso nombre de Natividad Rosa, recibimos de especimenes florecidos de la añorada planta, pero tampoco ella pudo ser persuadida para llevar a cabo una ceremonia con las hojas para nosotros. Su excusa fue que ella era demasiado mayor para las penas del viaje mágico; nunca podría cubrir la larga distancia hacia ciertos lugares: un manantial donde las mujeres sabias toman sus poderes, un lago en el que las musas cantan, y de donde los objetos toman sus nombres. Tampoco nos diría dónde había recogido las hojas. Crecían en un muy distante valle forestal. Allí donde desarraigaba una planta, ella ponía un grano de café en la tierra como agradecimiento a los dioses.

__Ahora poseíamos abundantes plantas con flores y raíces, que serían convenientes para identificación botánica. Eran aparentemente representativas del género Salvia, un pariente de la conocida salvia común. Las plantas tenían flores azules coronadas con una corola blanca, situadas en un penacho de 20 a 30 cm de largo, cuyos tallos se volvían azules.

__Varios días más tarde, Natividad Rosa nos trajo una cesta entera de hojas, por la que se le pagaron 50 pesos. El negocio parecía haber sido discutido por otras dos mujeres que nos traerían más cantidad de hojas. Como era conocido que el zumo exprimido de las hojas se bebía en la ceremonia, y debería contener el principio activo, las hojas frescas fueron estrujadas en un mortero de piedra, derramado en un trapo, se diluyó con alcohol como preservativo, y se guardó en frascos para ser estudiados más tarde en el laboratorio en Basel. Fui ayudado en este trabajo por una chica india, que estaba acostumbrada a tratar con el mortero de piedra, el metate, en el que los indios desde tiempos antiguos habían molido su maíz a mano. Al día siguiente el viaje debía continuar, habiendo mostrado todo deseo de ser capaces de asistir a una ceremonia, de repente hicimos otro contacto con una curandera, una que estaba preparada para “servirnos”. Un confidente de Herlinda, que había producido este contacto, nos llevó tras la caída de la noche a lo largo de un camino secreto a la choza de la curandera, descansando solitaria en la ladera de la montaña sobre el asentamiento. Nadie de la aldea debía vernos o descubrir que íbamos a ser recibidos allí. Era obviamente considerado una traición de las costumbres sagradas, digno de castigo, permitir a extranjeros, blancos, tomar parte en esto. Esta había sido la razón por la que los otros curanderos a quienes habíamos preguntado habían rechazado admitirnos a una ceremonia con las hojas. Extraños cantos de pájaros desde la oscuridad nos acompañaron por el ascenso, y los ladridos de los perros se oían por todas partes. Los perros detectaron a los extraños. La curandera Consuela Gracia, una mujer de unos cuarenta años, descalza como todas las indias en esta región, nos admitió tímidamente en su choza e inmediatamente cerró la puerta con una pesada barra. Nos ofreció descansar sobre las viejas esteras es el suelo de arcilla prensada. Como consuela hablaba en mazateco, Herlinda tradujo sus instrucciones al español para nosotros. La curandera encendió una vela sobre una mesa cubierta de algunas imágenes de santos, entre una variedad objetos. Entonces ella empezó a moverse animada, pero en silencio. Cada uno de nosotros oímos ruidos peculiares y como revolver en la habitación junto al cobertizo. ¿Podía ser alguna persona escondida cuya forma y proporciones podrían no ser distinguidas fuera a la luz de la vela? . Parecían ser simplemente ratas que estaban llevando a cabo sus travesuras. Encendió ahora la curandera copal en un cuenco, y resina de incienso, que pronto llenó toda la choza con su aroma. Entonces la poción mágica estaba ceremoniosamente preparada. Consuela preguntó quién de nosotros deseaba beber de él con ella. Gordon anunció que él mismo. Ya que sufría un severo trastorno estomacal en ese momento, no podría unirme. Mi mujer me sustituyó. La curandera dispuso seis pares de hojas para ella. Racionó el mismo número para Gordon. Anita recibió tres pares. Como los hongos, las hojas son siempre dosificadas en pares, una práctica que, por supuesto, tiene un significado mágico. Las hojas se machacaron con el metate, entonces se exprimieron a través de un colador fino en una copa, y el metate y los contenidos del colador se pusieron en agua. Finalmente, las copas llenas fueron inciensadas sobre el vaso del copal con mucha ceremonia. Consuela preguntó a Anita y Gordon, antes de darles sus copas, si creían o no en la verdad y santidad de la ceremonia. Después de su respuesta afirmativa y de tomar solemnemente la poción tan desagradable, las velas estaban extinguidas y, descansando en la oscuridad en las bastas esterillas, esperamos los efectos.

__Tras unos veinte minutos Anita me cuchicheó que veía imágenes de llamativos y brillantes bordes. Gordon también percibió el efecto de la droga. La voz de la curandera sonaba desde la oscuridad, medio hablando, medio cantando. Herlinda tradujo: ¿Creemos en la sangre de Cristo y en la santidad de los ritos? Tras nuestro “creemos”, la realización ceremonial continuó. La curandera encendió las velas, las movió de la “mesa del altar” al suelo, cantó y dijo rezos o formulas mágicas, colocó de nuevo las velas bajo las imágenes de los santos y de nuevo silencio y oscuridad. A partir de aquí la verdadera consulta empezó. Consuela nos preguntó por nuestra petición. Gordon preguntó por la salud de su hija, que inmediatamente antes de su salida de Nueva York tuvo que ser admitida prematuramente en el hospital a la espera de un bebé. Recibió la confortable información de que madre e hijo estaban bien. Entonces de nuevo cantó y rezó y manipuló las velas en la “mesa del altar” y en el suelo, sobre el cuenco humeante.

__ Cuando la ceremonia iba a terminar, la curandera nos ofreció que descansar un poco más en oración en nuestras esteras. De repente una tormenta de truenos estalló. A través de las grietas de las vigas de las paredes, los relámpagos brillaban en la oscuridad de la choza, acompañados por violentos rayos, mientras un chaparrón tropical se enfurecía, golpeando el techo. Consuela expresó su temor a que no fuéramos capaces de dejar su casa invisible en la oscuridad. Pero la tormenta amainó tras el amanecer, y fuimos ladera abajo a nuestras barracas de acero ondulado, tan silenciosamente como nos permitió la luz de las linternas, desapercibidos para los aldeanos, pero los perros de nuevo ladraban desde todas partes

__ La participación en esta ceremonia fue el clímax de nuestra expedición. Trajo la confirmación de que las hojas de la Pastora eran usadas por los Indios con el mismo propósito y en el mismo ceremonial como el teonanacatl, los hongos sagrados. Ahora, además tenemos material vegetal auténtico, no sólo suficiente para identificación botánica, sino además para el análisis químico planeado. El estado de ebriedad que Gordon Wasson y mi esposa han experimentado con las hojas ha sido superficial y sólo de corta duración, sin embargo ha mostrado un carácter distintivamente alucinógeno.

__La mañana siguiente a esta noche accidentada nos despedimos de San José Tenango. El guía, Guadalupe, y los dos acompañantes de Teodosio y Pedro aparecieron ante nuestras barracas con las mulas a la hora acordada. Preparada y montada pronto, nuestra pequeña tropa se movió montaña arriba de nuevo, a través del fértil paisaje brillando al sol por la tormenta nocturna. Regresando por Santiago, hacia la tarde llegamos a nuestra última parada en la región mazateca, la capital Huautla de Jiménez.

__Desde aquí, el viaje de regreso a la Ciudad de México fue hecho en automóvil. Con una cena final en la Posada Rosaura, a esa hora la única en Huautla, nos despedimos de nuestros guías indios y de las respetables mulas que nos habían llevado con paso tan seguro y por camino tan agradable a través de la sierra mazateca. Los guías fueron pagados, y Teodosio, que además había aceptado pago por su jefe en Jalapa de Díaz (donde los animales tenían que ser devueltos después), recibió un recibo con su huella marcada con un bolígrafo. Nos alojamos en casa de Doña Herlinda.

__Un día más tarde hicimos nuestra visita formal a la curandera María Sabina, una mujer famosa por las publicaciones de Wasson. Fue en su choza donde Gordón Wasson fue el primer hombre blanco que probó los hongos sagrados, en el curso de una ceremonia nocturna en el verano de 1955. Gordon y María Sabina se saludaron cordialmente, como viejos amigos. La curandera vivía fuera del camino, en la ladera sobre Huautla. La casa en la que la histórica sesión con Gordon Wasson tuvo lugar había sido quemada, presumiblemente por los enojados residenteso un envidioso colega, porque ella había divulgado el ¡secreto del teonanacatl a extraños. En la nueva choza en la que nos encontrábamos, predominaba un increíble desorden, que podría además predominar en la antigua choza, en el que niños medio desnudos, gallinas y cerdos se movían por todas partes. La vieja curandera tenía un rostro inteligente, que excepcionalmente cambiaba de expresión. Estaba obviamente impresionada cuando se la explicó que habíamos confinado el espíritu de los hongos en píldoras, y ella en seguida se declaró preparada para “servirnos” con ellas, lo que era concedernos una consulta. Se acordó que tendría lugar la noche que venía, en la casa de Doña Herlinda.

__En el curso del día me di un paseo por Huautla de Jiménez, que me llevó a lo largo de la calle principal en la ladera. Entonces, acompañé a Gordon en su visita al Instituto Nacional Indigenista. Esta organización gubernamental tiene el deber de estudiar y ayudar a resolver los problemas de la población indígena; los indios. Su líder nos nos habló de las dificultades que la “policía del café” había causado en el área hasta entonces. El presidente de Huautla, en colaboración con el Instituto Nacional Indigenista había intentado eliminar los intermediarios para determinar los precios del café a favor de los indios productores. Su cuerpo fue encontrado, mutilado, el pasado junio.

__Nuestro paseo nos llevó pasada la catedral, de donde resonaban cantos gregorianos. El viejo padre Aragón, a quién Gordon conoció bien de sus primeros viajes, nos invitó en la sacristía a un vaso de tequila.

traducido por utopiagon

Documento sin título
 

Palo Santo, Copal, Agua Florida...

www.aromasagrado.com

Primera tienda especializada en chamanismos. Inciensos naturales. Hechos a mano artesanalmente.

Envíos a toda España.

Aroma Sagrado patrocina Onirogenia.com

 

 

Difúndelo en tu red social:
  • Facebook
  • Twitter
  • Google Bookmarks
  • Meneame
  • del.icio.us
  • BarraPunto
  • Bitacoras.com
  • Yahoo! Bookmarks
  • Add to favorites

Leave a Reply