Culturas y hongos psicoactivos

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Persefone y Demeter

por Dr. Josep Mª Fericgla, Director Societat d’Etnopsicologia Aplicada i Estudis Cognitius (Barcelona). Profesor del MGS-Universitat de Barcelona.

Hasta bien entrado el siglo XX, en la Península Ibérica como en el resto de Europa  habitaban diferentes pueblos que, entre otras cosas, se distinguían porque unos consumían y apreciaban los hongos (catalanes, vascos y más allá occitanos, eslavos…) y otros los rechazaban drásticamente (gallegos, castellanos, griegos, británicos…). No obstante y antes de hacerlo Robert Gordon Wasson, padre de la moderna etnomicología (estudio de la relación entre los seres humanos y los hongos), nunca se había clasificado las sociedades de acuerdo a la actitud que presentan hacia las setas. Él acuñó el término micófilo (aprecia los hongos) y micófobo (que los desprecia). Observó que las sociedades micófilas estiman los hongos y los consideran un ágape especial, por tradición las personas aprenden nombres vernáculos de las setas, conocen qué variedades fúngicas son comestibles y observan un respeto, a veces casi religioso, hacia ellas. En cambio, las sociedades micófobas sienten una profunda aversión ante las setas, las perciben como la cosa mas sucia de la naturaleza, no tienen nombres populares para distinguirlos y, naturalmente, tampoco las consumen, con alguna excepción impuesta por el mercado actual y, entre minorías, con la gran excepción de los hongos psicoactivos. Para los castellanos las setas solo las comen los catalanes y las cabras.

La observación inicial de R. Gordon Wasson sobre las actitudes micófila y micófoba sucedió en la primera mitad del siglo XX y gracias a su matrimonio con V. Pavlovna: él rígido anglosajón micófobo, ella eslava profundamente micófila. Esta marcada diferencia les sorprendió, se pusieron a investigar la causa y de ahí arrancó un fructífero y laborioso camino que les conduciría a descubrir, años más tarde, diversos hechos básicos para comprender mejor al ser humano y su relación con estos extraños vegetales que son los hongos, en especial los psicoactivos. Entre otros descubrimientos, esta pareja sentó la evidencia de que el Soma profusamente citado en el texto sagrado del Rig-Veda como extática ambrosía de los dioses hindúes, no era una metáfora como se había afirmado durante siglos sino que era una bebida embriagante elaborada con el hongo Amanita muscaria. Estas setas crecen en las laderas de los Himalayas, en los Pirineos, los Alpes y en otras cadenas montañosas cuyos habitantes las consumen desde milenios atrás buscando la ebriedad que, según dicen, abre la puerta al mundo de los dioses o a la diversión. Religiones crecidas alrededor del sagrado Soma o Haoma (hinduismo, zoroastrismo y religiones maniqueas) y también el chamanismo siberiano y asiático, deben mucho a la experiencia extática que impulsa el consumo de Amanita muscaria. Esta seta de color rojo intenso que siempre se descubre con pequeñas motas blancas encima, ha sido y es uno de los motivos más usados en la iconografía infantil y mágica de los pueblos que habitan nichos ecológicos donde crece: Pirineos, países nórdicos, Alpes, Rusia… de ahí se divulgó su imagen hasta los confines de toda la Tierra, siempre rodeada de un halo mágico. Los nombres vernáculos más antiguos para referirse a esta seta, en la Península Ibérica, son catalanes: matamosques y oriol foll de donde derivó el nombre castellano de “matamoscas”.

Este camino de investigación etnomicológica llevó también a los Wasson a redescubrir el consumo contemporáneo de setas psilocíbicas entre los indígenas mexicanos y, más allá, a verificar el papel central del consumo de substancias psicoactivas -hoy denominadas “enteógenas”(1)- en el origen y desarrollo de las grandes religiones. La práctica chamánica de consumir hongos psilocíbicos con fines oraculares y de sanación, se creía eliminada por la Inquisición desde las primeras épocas de la colonización, en el siglo XVI. Aunque alguno de los primeros cronistas de Indias describió el uso de hongos psicoactivos entre los Mexicas y otros pueblos micófilos precolombinos, había desaparecido toda mención al tema. Pero por fortuna, el consumo de hongos visionarios por parte de la etnia mazateca, entre otras, se había mantenido en secreto durante casi cinco siglos y gracias a tal práctica, éstos y otros pueblos amerindios han podido mantener su sólida identidad a pesar de los etnocidios sufridos. R. Gordon Wasson redescubrió este consumo para Occidente y para la ciencia. A ello le ayudó la más adelante famosa -a su pesar- chamana María Sabina. Tras tres décadas de estudio del papel de los hongos psicoactivos en la historia de la humanidad, en la noche del 29 de junio de 1955, este ex periodista y banquero devenido etnomicólogo fue invitado por la chamana mazateca María Sabina a una ceremonia de consumo de hongos extáticos. Lo que R. Gordon Wasson descubrió en aquella histórica velada fue popularizado en un artículo suyo publicado en la revista Life de junio del 1957(2).

LOS HONGOS EN LA BASE DE NUESTRA HISTORIA CULTURAL

Además de estas y de otras investigaciones que sería largo detallar, R. Gordon Wasson junto al químico suizo Albert Hofmann -descubridor del ácido lisérgico-y a otros dos investigadores reconstruyó uno de los episodios más misteriosos de nuestra historia antigua, también relacionado con los hongos psicoactivos ¿Qué sucedía realmente en Grecia durante las iniciaciones eleusinas? Tales ritos mistéricos fueron uno de los puntales del sistema de valores y de los cultos iniciáticos de la antigua Grecia. Hasta nosotros han llegado algunos escritos helénicos en los que se describe el trascendente efecto de lo que sucedía durante el rito eleusino. Pero siempre se escribió sobre el efecto, ni una sola mención a lo que acaecía durante el rito en acción ni sobre la kykeon, mezcla, que parece que se ingería(3). Tras consumir el enteógeno sagrado y pasar la noche en el Telesterion, los iniciados helénicos tenían la visión de ta-hiera, lo sagrado, cuya naturaleza estaba estrictamente prohibido divulgar, y se convertían en epoptes, el que ha tenido la visión transformadora. Se sabe que Alcibíades, vanidoso sobrino de Pericles, fue condenado a muerte por haber profanado los misterios visionarios al preparar y tomar kykeon en Atenas, fuera del templo. Por otro lado, hay indicios de que la condena de Sócrates también tuvo que ver con esta misma profanación. A pesar del duro secretismo, varios iniciados atestiguaron a lo largo de los siglos que se trataba de una experiencia culminante en sus vidas.

El gran secreto helénico que desvelaron los citados investigadores es que, con toda probabilidad, en el interior del Telesterion se consumía ritualmente una substancia visionaria elaborada a partir de un espécimen fúngico, el hongo parásito Cornezuelo del Centeno(4). Este pequeño y modesto hongo con forma de cuerno parasita las espigas del centeno, aunque también se desarrolla en otros cereales. El cornezuelo es rico en ergotamina, el precursor químico de la LSD-25, y tiene potentes propiedades visionarias, pero consumida en cantidades altas y de forma regular la ergotamina provoca gangrena y la muerte. De ahí que el secreto que guardaban los sacerdotes del templo a Eleusis probablemente tenía una parte material: cómo preparar la kykeon para que no fuera tóxica. En este sentido, durante la Edad Media europea cuando la mayor parte de los campesinos se alimentaban de harina de centeno donde a menudo había restos del cornezuelo que había parasitado la espiga, fueron frecuentes las epidemias de lo que se denominó fuego de San Antonio. Los síntomas son una lenta gangrena del cuerpo y las visiones terribles que sufre el sujeto atacado por este mal.

Así pues, partiendo de estos trabajos pioneros sobre los hongos psicoactivos y las culturas æmencionados aquí solo a grandes rasgosæ, han ido surgiendo otros investigadores y ha crecido el interés por la etnomicología psicoactiva. En la actualidad, y solo para mencionar alguno de los investigadores más activos en este campo, cabe citar al italiano Giorgio Samorini quien ha estudiado las representaciones de hongos psicoactivos que aparecen en diversos lugares de la Tierra (India, desierto del Tassili, Europa); al arqueólogo Manuel Torres, cubano de origen y profesor en la Universidad de Florida (Miami), quien ha desvelado el importante sentido de las imágenes fúngicas que aparecen en bajorrelieves y excavaciones hechas en centros ceremoniales precolombinos. El biólogo norteamericano Paul Stamets ha desarrollado técnicas de cultivo artificial de hongos y, de forma sorprendente, sus investigaciones se han difundido en especial entre individuos interesados en los hongos enteógenos o visionarios: actualmente es fácil hallar diversas empresas que a través de Internet comercializan psilokits: esporas de hongos psicoactivos más el equipo técnico para desarrollar las setas in vitro. El propio autor de este artículo amplió el campo iniciado por R. Gordon Wasson al investigar el uso de la Amanita muscaria en el sur de Europa. Evidencié el consumo tradicional de muscaria, aun vivo y mantenido en secreto entre cierta población anciana de la Cataluña rural, y analicé expresiones culturales que hablan de un extenso y profundo uso de este psicotropo fúngico. Por ejemplo, los personajes fantásticos denominados en catalán focs follets y martinets, relacionados con los efectos visuales de la muscaria; o la frase hecha catalana estar tocat del bolet cuyo sentido, y tras algún análisis lingüístico sobre el cambio de contracción, se puede traducir como “estar tocado por el hongo” (FERICGLA, 1994) en una clara alusión a sus efectos embriagantes. En catalán se trata de una frase en plena vigencia de uso con la cual se designa a alguien que rompe las pautas habituales de comportamiento, pero no es una designación peyorativa del tipo “estar drogado” o “ser un demente” sino que “estar tocado por el hongo” esconde una simpatía y complicidad que acepta la anormalidad del comportamiento observado. Hoy se ha olvidado la relación original entre esta expresión y el efecto visionario del matamoscas pero puede usarse, por ejemplo, en referencia a alguien enamorado que hace pequeñas travesuras relacionadas con este sentimiento tan deseado en nuestras sociedades.

ANIMALES, PSICOTROPOS Y ADAPTACIÓN

También ha surgido interés por averiguar la relación entre los psicotropos y los animales ya que diversos informes apuntan con insistencia hacia esta dirección. De la misma forma que los humanos, el resto de animales usan plantas y setas para estimularse, purgarse, aliviar el dolor y embriagarse. La zoofarmacognosia está descubriendo el extendido consumo de psicotropos por parte de animales. Aunque aquí sea solo un comentario corto cabe mencionar este hecho. Así para citar algún ejemplo, parece que los chacales son grandes consumidores de hongos psilocíbicos y los renos nórdicos y las vacas lecheras europeas de la Amanita muscaria, el matamoscas. En los Pirineos y pre-pirineos, donde abunda este hongo visionario, los pastores tienen buen cuidado de no llevar sus rebaños donde crecen matamoscas porque siempre hay vacas que la consumen y se emboban ante un árbol o una roca, con lo que fácilmente se separan del rebaño siendo un problema para el pastor que puede perder el animal. También sabemos que a los palomos y canarios les encantan las semillas de cannabis, a las mangostas los hongos ricos en bufotenina, los elefantes buscan con afán los frutos fermentados de palma por el alcohol que contienen, y las vacas, búfalos, caracoles y antílopes comen con fruición la adormidera productora de opio (LEAVITT, 1995; 197 y SAMORINI, 2000). A pesar de ello, los animales no poseen la idea de la existencia de una divinidad, de lo que puede inferirse que el consumo de psicotropos les produce algún tipo de efecto biológicamente beneficioso. A mi juicio, el principal efecto de los enteógenos debe buscarse en la mayor capacidad que ofrecen para encontrar salidas eficaces a los nudos evolutivos.
Desde hace años las denomino substancias adaptógenas porque ayudan a animales y humanos a adaptarse mejor a los cambios (FERICGLA, 1994 y 1997). En estado de cierta ebriedad, la mente trabaja de acuerdo a un procesuamiento holístico, más abierto a la construcción de nuevas redes relacionales que, por tanto, generan una realidad nueva que permite reenfocar la consciencia cotidiana con mayor ajuste a lo que exige el fluir de la existencia. Cuando los enteógenos son consumidos en sociedades tradicionales casi siempre forman parte de mecanismos relacionados con la toma de decisiones: ayudan a mejorar las estrategias de adaptación. Por otro lado y para ser muy breve, adaptarse no significa pasividad, sino que modificar activamente el entorno puede ser una estrategia adaptativa, de ahí que las substancias visionarias tienen una función adaptógena.

EN EL HOY

Se ha verificado que el uso de substancias psicoactivas ha acompañado de cerca el proceso de desarrollo del ser humano en el planeta. Algunos pueblos han consumido hongos visionarios desde hace milenios, incorporando los efectos a su sustrato cultural más profundo. Para poner un ejemplo universal: el matemático y literato Lewis Carroll y su Alicia en el país de las maravillas (CARROLL, 1998). Carroll provenía de una sociedad micófoba, la británica, pero demostró conocer perfectamente los efectos embriagantes producidos por la Amanita muscaria al situar como pieza central de su novela la ingestión de un pedazo de hongo que hará disminuir de tamaño a Alicia y entonces podrá viajar al otro lado del espejo: este cambio perceptual es propio de la muscaria. También en la actualidad el interés por la ebriedad fúngica supera los límites sociales y culturales. En la Latinoamérica mestiza, por ejemplo, donde no existe tradición alguna de reconocer e ingerir setas con fines gastronómicos, el tan delicado cultivo doméstico de variedades psilocíbicas se ha extendido para el autoconsumo. Muchas personas de países como Colombia, Ecuador, Chile o Venezuela que comparten los Andes han ido descubriendo los nichos ecológicos andinos donde aparecen estos y otros hongos psicoactivos, como la Stropharia cubensis, los han identificado, experimentado y han ideado formas locales de conservación, como la panela espacial, consistente en sumergir los hongos psicoactivos en una mezcla de agua con azúcar virgen de caña, la panela. El alcaloide pasa al agua azucarada y bebiendo una dosis de ella el sujeto experimenta el efecto visionario. También en el Viejo Mundo se están dando nuevas, extendidas e ingeniosas formas de cultivar hongos psicoactivos para el autoconsumo. Sin duda, se trata de una dimensión sumamente importante de nuestra cultura aunque hoy permanezca sumergida: una buen aparte de la música juvenil, diseños y colores actuales, cierto argot lingüístico o grupos de amigos que forman importantes redes sociales están sustentados por los efectos de los psicotropos, como siempre ha sido (excepto en épocas de oscurantismo inquisitorial).

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1 En el año 1979 apareció un artículo en el Journal of Psychedelic Drugs donde se proponía un término nuevo para designar ciertas substancias que, ingeridas, proporcionan una experiencia divina. “Alucinógenos” era y es un términos inadecuado. El neologismo era “enteógeno”. En medios científicos se ha adoptado porque es una designación que recoge las resonancias culturales chamánicas y extáticas evocadas por estas substancias fúngicas o vegetales. Enteógeno proviene del término griego entheos, literalmente “Dios (theos) dentro de mí”. Significa el estado en que uno se encuentra cuando es inspirado y poseído por el dios que ha entrado en el cuerpo. Se aplicaba a los trances proféticos, la inspiración artística y a los estados místicos potenciados por la ingestión de substancias transmutables con la deidad. A la raíz entheos se agrega el sufijo -gen, que denota la acción de “llegar a ser”, quedando “enteógeno”: que despierta la divinidad en el interior del sujeto.
2 Este artículo histórico puede consultarse en versión original inglesa y en versión original castellana, publicada en el Life para Latinoamérica, en la web: www.muscaria.org/wasson/
3 La primera persona que propuso que el kykeon griego era una droga enteógena fue R. Gordon Wasson en una conferencia del 15 de noviembre de 1956 (OTT, 1994;135). T. McKenna cita erróneamente a Robert Graves como el primero en proponer que el kykeon era una droga, en un texto de 1964.
4 En catalán, el nombre popular de este hongo parásito de los cereales es sègol banyut.
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Bibliografía citada:
CARROLL, Lewis, 1998, Alicia en el país de la maravillas, col. Clásicos de siempre, Edimat, Madrid.
FERICGLA, Josep Mª, 1994, El hongo y la génesis de las culturas, Liebre de Marzo, Barcelona.
Versión original catalana en ed. Alta-Fulla, 1989, Barcelona.
FERICGLA, Josep Mª (ed.), 1994, Plantas, chamanismo y estados de consciencia, Liebre de Marzo, Barcelona.
FERICGLA, Josep Mª, 1997, Al trasluz de la ayahuasca, Liebre de Marzo, Barcelona.
LEAVITT, Fred, 1995, Drugs&Behavior, Sage publications, Londres.
OTT, Jonathan, 1994, Pharmacotheon, Liebre de Marzo, Barcelona.
SAMORINI, Giorgio, 2000, Animales que se drogan, Telesterion, Dozza, Italia.
Documento sin título
 

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