El soma, por Hofmann y Schultes

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El soma, ese narcótico divino de la antigua India, conquistó un lugar privilegiado en las ceremonias mágico-religiosas de los arios que, hace 3500 años, bajaron desde el norte hacia el Valle del Indo, donde propagaron su culto. Los invasores adoraban al sagrado intoxicante y bebían extractos de amanita en sus rituales. Mientras que la mayor parte de las plantas alucinógenas fueron consideradas como simples mediadores con lo divino, el soma se reconoció como un Dios por sí mismo. Una antigua tradición hindú, recogida en el Rig-Veda (el libro más antiguo de los Vedas) afirma que “Parjanya, el Dios del trueno, fue el padre del soma” (Indra).

“Entra al corazón del Indra, receptáculo del soma, como ríos que entran al océano, tú que complaces a Mitra, Varuna, Vayu, ¡oh fundamento del cielo!” “Padre de los Dioses, progenitor de la fuerza vital, fundamento del cielo, fundación de la tierra.”

De los más de mil himnos sagrados que componen el Rig Veda, 120 están dedicados exclusivamente al soma, pero el culto fue reprimido, y la planta, originalmente tan sagrada, cayó en el olvido; otras plantas, sin o con pocas sustancias psicoactivas, tomaron su lugar. No obstante, la identidad del soma permaneció como uno de los enigmas de la etnobotánica por más de 2000 años. Sólo en 1968 estudios interdisciplinarios mostraron con pruebas contundentes que el narcótico sagrado de los antiguos hindúes era un hongo: Amanita Muscaria. La Amanita Muscaria, es tal vez, el más antiguo de los alucinógenos y probablemente también el más utilizado. El uso peculiar de la Amanita Muscaria como alucinógeno está documentado desde 1730. Fue entonces cuando un oficial militar sueco, que estuvo 12 años en Siberia como prisionero de guerra, informó que en algunas tribus de la región los chamanes empleaban la amanita como un intoxicante. Este uso persistió entre algunos grupos ugrofineses desperdigados en Siberia. Algunas tradiciones sugieren que otros grupos en esta vasta región boreal ingirieron el hongo.

Una leyenda koryak habla de un héroe, Gran Cuervo, que capturó una ballena y luego fue incapaz de devolver un animal tan pesado al mar. El Dios Vahiyinin (Existencia) le dijo que comiera espíritus de wapaq para conseguir la fuerza que necesitaba. Vahiyinin escupió sobre la tierra y brotaron pequeñas plantas blancas: los espíritus de wapaq.

Una vez que comió wapaq, Gran Cuervo se volvio sumamente fuerte y suplicó: “¡oh wapaq!, crece por siempre en la tierra”. Después de lo cual ordenó a su gente aprender lo que wapaq podía enseñarles. Wapaq es la amanita, el regalo de Vahiyinin.

Las tribus de Siberia que comían estos hongos no conocían otros intoxicantes hasta que los rusos introdujeron el alcohol. Secaban los hongos al sol y se los comían, solos o con un extracto con agua, leche de reno o con el jugo de varias plantas dulces. Cuando el hongo se consumía en estado sólido, se humedecía primero en la boca, o bien, una mujer no dejaba de ensalivarlo hasta formar una bolita húmeda, como una píldora, que el hombre se comía. El uso ceremonial de la amanita desarrolló la práctica ritual de beber la orina, ya que estas tribus aprendieron que los principios psicoactivos del hongo pasan sin ser metabolizados por el cuerpo o en forma de metabolitos aún activos. Lo cual es poco usual con relación con los compuestos alucinógenos de las plantas. Uno de los primeros informes refiere que los koryak “vierten agua sobre algunos hongos y los hierven. Luego beben este licor y se intoxican; los más pobres, que no tienen los medios para acopiar los hongos, se apostaban alrededor de las tiendas de los ricos buscando la oportunidad en que los invitados salían a orinar, y sosteniendo un recipiente de madera recogían la orina, después la bebían, y como conservaba parte de las virtudes de los hongos, lograban intoxicarse también”.

Definitivamente el Rig-Veda hace referencia a este ritual del soma, en que se bebía la orina: “Los hombres hinchados orinan el soma que fluye. Los señores con las vejigas hinchadas orinan el soma con rápidos movimientos”. Los sacerdotes que personificaban a Indra y Vayu, habiendo bebido soma en la leche, orinaban soma. En los poemas védicos orina no es un término ofensivo, sino una metáfora de carácter noble para describir la lluvia: la bendición de la lluvia se compara con un torrente de orina y las nubes fertilizan la tierra con su orina.

Cuando la intoxicación con amanita es fuerte, los sentidos se trastornan, los objetos circundantes aparecen como si fueran muy grandes o muy pequeños, y hay alucinaciones acompañadas de movimientos espontáneos y convulsiones. “Hasta donde pude darme cuenta, los ataques de gran animación se alternan con momentos de profundas depresiones. Las personas intoxicadas con amanita se sientan calmadamente, se mecen de lado a lado e, incluso, toman parte de conversaciones familiares”. De pronto sus ojos se dilatan, comienzan a gesticular convulsivamente, a mantener conversaciones con personas que supuestamente ven, cantan y bailan. Luego viene otro intervalo de descanso.”

Al parecer, la amanita se empleó con fines alucinógenos en Mesoamérica, es una planta silvestre en las zonas altas del sur de México y de Guatemala. Los mayas de las tierras altas de Guatemala, por ejemplo, conocían las propiedades especiales de Amanita Muscaria, pues la conocen como kakuljá ikox (hongo del rayo) y la relacionan con uno de sus dioses Rajaw Kakulyá, el señor del rayo. Es precisamente este Dios el que gobierna a los chacs, duendes que traen la lluvia, que ahora se conocen por su designación cristiana como angelitos. El nombre quiché de la Amanita Muscaria, Kakul o Kakuljá, se refiere a su origen legendario, mientras que el término itzelocox se refiere a su poder sagrado como “un hongo malo o diabólico”. Tanto el rayo como el trueno han sido asociados en muchas culturas, desde la antigüedad, con los hongos, en especial con la Amanita Muscaria. “De cualquier forma los maya-quiché sabían evidentemente que la Amanita Muscaria no es un hongo como todos los demás, sino que está relacionado con lo sobrenatural.”

Los primeros pobladores de América vinieron de Asia, cruzando lentamente la región del estrecho de Bering. Los antropólogos han encontrado muchos rasgos culturales en América relacionados con las culturas asiáticas. Descubrimientos recientes han revelado vestigios de importancia mágico-religiosa que la amanita ha conservado en las culturas norteamericanas. Hay datos indiscutibles acerca del uso de la amanita como alucinógeno entre los dogrib athabascan, que viven en las montañas Mackenzie al noroeste de Canadá. Estos grupos indígenas utilizan la Amanita Muscaria como sacramento en sus prácticas chamánicas. Un joven neófito informó que un chamán lo había “arrebatado” (sea eso lo que fuere): “Yo no tenía voluntad ni poder sobre mí mismo. No comía, no dormía, no pensaba […] ya no estaba yo en mi cuerpo”. Después de una sesión posterior, escribió: “Purificado y maduro para la visión, me levanto, una rebosante bola de semillas en el espacio […] he cantado la melodía que hace añicos las estructuras. Y la melodía que deshace el caos, y he sangrado […] he estado con los muertos y he asaltado el laberinto”.

Recientemente se ha descubierto que los indígenas ojibwa que habitan en las orillas del Lago Superior (Michigan) utilizan la Amanita Muscaria en sus rituales: el hongo desempeña el papel de un alucinógeno sagrado en una ceremonia tradicional celebrada cada año; el hongo se llama oshtimisk wajashkwedo (hongo de cabeza roja).

“Plantas de los Dioses” de Hofmann y Schultes

Transcripción de “El chileno”, miembro del foro Lisergia.com

Documento sin título
 

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