Entrevista a Helen Flix

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Nombre o seudónimo:

Siempre utilizo mi nombre, sólo que de nacimiento soy Elena Flix y por temas familiares y de cotidianeidad, pues me llaman Helen, Helen Flix.

Lugar y fecha de nacimiento:

Barcelona 1959

¿Qué drogas has consumido a lo largo de toda tu vida?

Yo he trabajado con ayahuasca y he profundizado mucho con los distintos tipos de ayahuasca. Pienso que he tenido dos de los muy buenos maestros en el trabajo de la manipulación y la utilización de la ayahuasca. He trabajado también con el sanpedro en Perú. Y también he podido trabajar y comprobar los efectos del peyote. Yo en mínima dosis porque lo vomito inmediatamente y mi cuerpo no lo retiene, pero sí que puedo participar y disfrutar de los rituales del peyote. Aparte de esto, pues en momentos puntuales, en circunstancias determinadas he podido experimentar con otros productos naturales como es la Salvia divinorum de la cual yo pienso que realmente lo que se está contando en muchos medios no es ni siquiera correcto, y que bien utilizada la salvia, no como sustituto de la marihuana porque pienso que ahí la gente se está equivocando y la forma en que se está mal utilizando y desperdiciando unos efectos curativos realmente maravillosos en cuanto a la Salvia divinorum. He trabajado yo creo que con muchísimas de las sustancias probándolas y sobre todo realizando estudios clínicos y estudios médicos de cómo nos afectan, qué partes de nuestro cerebro son las que se alteran o se ponen en funcionamiento, por qué nuestro cerebro los acopla a unos tan bien, a otros tan mal y sobre todo desde el punto de vista del trabajo psicoanalítico y jungiano de los arquetipos. Encuentro realmente que nos pueden dar una respuesta y una limpieza de nuestra psique maravillosa.

¿Cuál es tu ocupación?

Bueno, yo estudié medicina, luego me especialicé en el estudio de la mente humana y he terminado siendo algo que yo defino como asesor filosófico porque realmente me he dado cuenta de que la pretensión científica de separar nuestra mente, nuestra bioquímica y nuestra genética del concepto alma, está muy equivocada. Y por lo tanto todo esto me llevó a convertirme en lo que podíamos definir como asesora espiritual o asesora filosófica…

Años atrás, siendo más joven, colaboré con distintas universidades estadounidenses en elaborar trabajos sobre la utilización del tabaco, de la ayahuasca, el peyote, de la Salvia divinorum y de algunos de los pscilocilibes. Para eso a veces iba en unos casos de traductora otras veces de conejito de indias, otras veces recopilando información porque bueno yo era la más joven y ese era el trabajo que se me asignaba y mi función en el fondo la dualidad de hablar español e inglés. Y eso me permitió realmente entender que todas estas plantas trabajaban de una manera fabulosa sobre nuestra parte subconsciente y nos permitían poder sacar hacia fuera, igual que si soñáramos, códigos personales en símbolos como diría Jung, todo lo que nosotros llevamos acumulado en nuestro interior. Por lo tanto podíamos hacer un vaciado de cajones, una limpieza de esos cajones y una recolocación de nuestros armarios internos. Por lo tanto podíamos salir muy beneficiados psicológicamente. Pero eso sí, siempre que todo eso formara parte de un ritual. Eso como un hecho lúdico, como un hecho de diversión, como un hecho simplemente de experimentación, nos podía abrir también la puerta a nuestros infiernos y no saber donde colocarlos. Entonces sí que me di cuenta de que realmente el ritual era muy importante dentro de este proceso de trabajo, que la planta por sí misma y por sí sola era un gran abridor de puertas, un gran ordenador de vestidos pero siempre y cuando hubiera el ritual, un mínimo ritual de por medio, que dirigiera nuestra mente a buscar, a limpiar y a recolocar. Todo eso sin ninguna dirección nos podía abrir muchas puertas distintas y no siempre agradables ni positivas para nosotros.

Entonces un poco yo entiendo que todas estas plantas pueden ser grandes maestros filosóficos y nos pueden abrir grandes puertas de conocimiento, pero eso sí, siempre que las utilicemos adecuadamente y dentro del entorno de búsqueda y de trabajo adecuados.

¿Cuál es tu posición respecto a la prohibición o despenalización de las drogas?

Yo estoy a favor de la despenalización porque pienso que en el momento en que se despenalice se terminará el negocio de hacer volar el cerebro, en este caso hablo de hijos porque ya tengo un hijo con casi 18 años, por lo tanto es un tema que ha cambiado de investigarlo yo, a vivirlo como madre. Entonces pienso que en el momento en que se despenalice dejará de ser un negocio y también la calidad y el control de las sustancias que nuestros hijos puedan estar tomando también va a ser el correcto y lógicamente habrá menos peligro para la salud. También abogo por una liberación pero con información y con educación porque todo lo que sea sin una educación no lo usamos bien. Si a un niño le dejamos un coche y no lo hemos enseñado a conducir lo más probable es que se mate o mate a alguien. Entonces, si no hemos enseñado a utilizar las drogas o las sustancias enteógenas, muy probablemente pueden hacer tonterías.

Yo pienso que realmente la liberación va a ser un control correcto de la calidad de las sustancias, va a tener que ir acompañado de una educación correcta de cómo se deben tomar, qué se debe hacer en caso de problemas, y que además esto va a permitir también que los jóvenes y los no tan jóvenes que estén consumiendo estos productos, en un momento dado si se encuentran mal, no tengan dudas en ir a un centro médico donde se les puede atender al momento y donde se les puede salvar la vida. Que muchas veces la propia prohibición hace que se demoren demasiado en ir a un centro hospitalario y eso sí que puede llevar consecuencias, pienso que según con qué sustancias, por ejemplo con un Amanita muscaria, puede ser la muerte. En cambio si la prohibición no existe, las personas se sentirán sin coacción a la hora de poder pedir ayuda o asistencia en un momento dado los que realmente puedan haberse pasado de dosis o de haber manipulado incorrectamente la sustancia. Y por otro lado se acabaría este negocio que pienso que hay tan sucio en el tema de la droga donde se está jugando con la salud de todos y con la misma estabilidad de los países.

¿Y cómo empezaste tú a estudiar estas plantas, por cuál empezaste?

Pues mira, empecé por la ayahuasca. Y empecé con un miedo atroz porque además para mí eran drogas, con el concepto tradicional de niña burguesa salida de colegio de mujeres y con concepto totalmente clásico y tradicional de medicina. Por lo tanto yo me acerqué a ellas realmente teniéndoles un miedo tremebundo, viéndolas como algo que había que extinguir del planeta. Y que realmente el trabajo que yo iba a empezar iba a servir para que mis compañeros se dieran cuenta de que la utilización de las estrellitas de LSD, cosa que era lo que estaba de moda en aquella época, era realmente una gran salvajada, ¿no? Y bueno, mis compañeros de aquella época todavía se ríen de mí porque cuando regresé de muchos de estos viajes, de muchas de estas excursiones, que ellos les llamaban…

¿En dónde?

Pues mira, he estado en toda la amazonía peruana, he estado gran parte de la amazonía brasileña y he podido estar en zonas muy profundas de México, de la zona del Yucatán. Y realmente pude tener un contacto muy puro y muy del chamán, aunque ellos no se llaman así, se llaman Paco, se llaman Cotilla, se llaman ayahuasqueros; nosotros somos los que les damos el nombre yanqui de chamanes. O sea, he podido estar con auténticos curanderos, con auténticos brujos, con gente muy profunda y que realmente pienso que me enseñó lo que sabía y como lo sabía. Y allí es donde yo regresaba de esas excursiones contándoles todo aquello que había descubierto que realmente podía hacer por nosotros y para todos nosotros la utilización de esas plantas.

¿Cómo fue tu primera toma de ayahuasca, dónde y qué te pasó?

La primera fue en un pueblo amazónico peruano. Fue con una persona a la que yo quiero muchísimo. Nosotros le llamábamos “El viejito”, murió con 94 años, hace ahora dos veranos exactamente. Esta persona era de Pucallpa, de una comunidad indígena shipibo, estaba casado con una mujer conibo y vivían en una de las comunidades muy cercanas a esta ciudad amazónica. Y bueno, pues fue porque después de que todos mis compañeros de trabajo y de equipo, que habíamos ido con aparatos que medían las frecuencias del corazón, las frecuencias cerebrales, habíamos hecho estadísticas, controles emocionales, de sangre y demás, me dijeron: “Ya está bien de que hagas de búho mirón, hoy te toca probarla a ti”. Y yo les dije “No, ni pensarlo. Yo no me drogo. Esto jamás en la vida. Una niña como yo… por favor…” Y me dijeron “Pues formas parte del proyecto y si no estás fuera.” Con lo cual, siempre he sido una niña obediente y un poco cagona, o sea, miedosilla, y además el jefe del grupo era alguien a quien yo adoraba como maestro de universidad, un gran estudioso de la mente y un gran biólogo y entonces este señor me hizo participar.

Fue una experiencia muy curiosa porque yo particularmente tuve la sensación de que a mí no me había hecho nada. Estaba convencida de que no me había afectado a los sentidos. Simplemente me parecía que la música era maravillosa, la visión de la contemplación de las estrellas me parecía lo más sublime que había visto nunca, pero no había vomitado, no me había encontrado demasiado mal. Simplemente una ligera bajada de tensión arterial que se pasó estirándome en el suelo y, estaba convencida de que no me había hecho efecto. Simplemente había tenido mucho diálogo interior. Había repasado toda mi infancia, mis relaciones con mi padre y con mi madre, y todo había pasado como muy de prisa y me daba la sensación de que simplemente pensaba ¿no? Y en un momento dado el chamán me dijo “¿Cómo estás mi niña?” Y yo le dije: “Muy bien, perfectamente bien”. Me dijo “Bueno, pues no te preocupes esto ya se acaba”. Y yo me sentí bien simplemente. Pensé, bueno, esto no está mal pero tampoco es para tanto.

Luego volví a repetir al día siguiente ya con todo el grupo. Volví a tener las mismas sensaciones, pero de pronto me di cuenta qué era lo único que yo no tenía entendido de mi infancia. Y que yo habitualmente en mis comportamientos diarios, me reñía como me reñía siempre mi papá. Me limitaba como lo hacía siempre mi papá. Y me di cuenta de que no había superado ser niña de papá. Fue impactante, ¿no? Entonces fue cuando me empecé a dar cuenta de que no estaba bien, de que realmente mi percepción realmente estaba alterada. Por lo tanto también lo debía haber estado el día anterior. Empecé a mirar a los demás, y entonces me empecé a entusiasmar con darme cuenta todo lo que podía hacer por recolocar correctamente nuestra psique una sesión de ayahuasca. Me emocioné. Pensé que con eso nos evitábamos seis años de psicoanálisis, bueno, yo qué sé que películas me monté en aquel momento bajo la ayahuasca. Pero la verdad es que me fue muy bien, me sirvió. Pero yo seguía sin ver nada. Sin tener visiones de los caleidoscopios, ni nada. Supongo que era parte del terror que yo tenía realmente a dejarme ir. Y hasta casi la quinta o sexta sesión en aquel viaje, yo no fui capaz de ver los calidoscopios ni de sentir realmente la magia especial de la ayahuasca. Fue haciendo su trabajo, fue recolocando mis archivos, fue haciéndome ver cosas de mí, fue ayudándome a colocar esas cosas, pero no pasaba de allí.

Y recuerdo que ya nos quedaban muy poquitos días para regresar, cuando me planté, pero qué envidia que me dan todos los demás contando esos viajes, contando esas imágenes, contando todas esas experiencias que se les ha parado el tiempo, que se les ha cambiado la dimensión, un poco como en la película Matrix, ¿no? Y todo eso yo no lo experimenté. Total que el chamán me dijo “¿Tú cómo estás?” Yo le dije “Bien, maravillosamente bien”. Y me dijo “Bueno, pues cierra los ojitos que esto ya se acaba”. Y se ve que me engañó porque todavía quedaban tres horas de ritual por delante. Yo me debí relajar. Lo que yo llamo “mi controlador” debió dormirse y fue la experiencia más maravillosa de mi vida. Yo sentí que me convertía en un águila pescadora. Después pude comprobar que realmente las águilas pescadoras hacen un determinado tipo de movimiento con la cabeza para poder ver absolutamente todo, porque yo experimenté esa sensación física, pude ver sus costumbres, sus hábitos, todo… y me sentí águila pescadora. Fue muy hermoso, fue muy bonito y lógicamente fue una experiencia que por ser realmente la primera creo que no olvidaré nunca. Después la ayahuasca, como el sanpedro, como cualquiera de estas plantas nunca son una vez igual a la siguiente. Cada vez son diferentes, cada vez te dan algo nuevo, cada vez te aportan algo nuevo…

Pero también hay un mecanismo interno que un buen día te dice que debes estar un tiempo sin volver a hacer ninguna porque es que no lo necesitas. Sabes que está ahí para poder utilizarlo cuando vuelva a ser necesario, pero que ya no lo necesitas. Que lo que tenías que colocar en su sitio está colocado, lo que tenías que entender está entendido y lo que necesitabas saber ya lo has sabido. Entonces puedes pasar largos años sin a lo mejor volverte a acercar a un ritual de ayahuasca, de san pedro ni a ningún ritual de crecimiento con plantas. Luego a lo mejor en otra etapa de tu vida te das cuenta que necesitas recolocar y tener nuevos aprendizajes y vuelves a tener esa necesidad de volver a coger la mochila, coger un avión, otro avión, horas de coche, horas de barco y volver otra vez a la selva ya que, de alguna manera, las prohibiciones hacen que en Europa no sea fácil poder acceder a estos trabajos de ayahuasca o sanpedro o de peyote o de salvia.

¿Y después de la ayahuasca con qué experimentaste?

Con sanpedro. Fue una experiencia muy parecida a la ayahuasca. Lo único que los finales siempre son con muchísima risa. Necesitas reír y ríes un poco de todo. Me di cuenta de que te podían transmitir un poco lo mismo, que eran igual de sabias, tanto el sanpedro como la ayahuasca. Me di cuenta que el sanpedro, conmigo era mucho más masculino que la ayahuasca. La ayahuasca me trataba con más dulzura, con más amor. Incluso siendo ayahuascas tan fuertes como la ayahuasca negra. Yo he llegado a atreverme con la ayahuasca negra. Sanpedro era para mí más masculino incluso. Pero siempre terminaba para mí con ese toque de sentido del humor. Y después para mí está la salvia que es una planta súper lúcida, de una claridad mental impresionante.

¿Esa dónde la probaste?

En México. La salvia la probé en México en una zona que se llama Cuernavaca, con una mujer, una hermosa mujer con un nombre inglés, Sageflower [Flor sabia o salvia, que es la otra acepción de sage]. Era una mezcla de apache con indio hopi y blanco, o sea una mezcla toda curiosa. Una mujer con un mal carácter… una cosa impresionante, pero al mismo tiempo una ternura tremenda… Esa mujer -yo la cito en una novela que espero que se pueda publicar en breve- me enseñó a reconocer las plantas y tal vez ha sido la persona que más me ha ensañado de etnobotánica mexicana. Me enseñó a reconocer e identificar muy bien plantas autóctonas de México. Y esta mujer bueno, pues fue la que me enseñó a trabajar con Salvia divinorum, con salvia fresca, y para mí es una planta que da una claridad mental, una lucidez, una capacidad de resolución y de encontrar respuestas pero además contundentes. Sin grandes parafernalias, sin grandes visiones, sin grandes decorados. Sino con una directa, ruda, aguda, fría contundencia, pero clarísima. Sin dudas. No hay aquello de que tengo que interpretar lo que me ha dicho la ayahuasca porque no acabo de ver los símbolos… No, no. O sea, de una contundencia y una claridad impresionantes.

Los rituales con ella con salvia podían durar hasta casi seis horas y realmente eran de una efectividad muy grande. Y además de una paz y una tranquilidad interna que duraban mucho tiempo, muchos días, yo te diría que casi un mes, mes y medio más tarde después del ritual realizado. Pero una paz, una paz muy grande y sobre todo una claridad mental impresionante. A mí me sabe mal lo que se hace ahora con la salvia…

¿Cómo la utilizaban? ¿Mascada?

Sí mascada, fresca.

¿Cuántas hojas?

Pues dependía de cada persona. Y además era una acumulación de hojas. O sea, ibas mascando hasta que realmente tú notabas que estabas llegando a esos puntos en los que sientes la mareación, notas que la planta está subiendo por la relajación corporal, por esa sensación que yo le llamo una “copita de más”. Y entonces a partir de aquí lo que iba haciendo era dándote más hojitas o menos para mascar o espaciaba los tiempos de mascar unas hojitas a otras, simplemente para mantener el efecto de la salvia en el cuerpo. Ya no para hacerlo subir más, sino cada persona tenía su dosis, su tope. Ella te hacía mascarlas muy lentamente, jamás tragando la saliva, manteniéndola debajo de la lengua la salvia siempre. De vez en cuando escupiendo esa saliva. Entonces iba añadiendo hojitas en función de cómo te iba viendo y cómo tú también ibas describiendo que te sentías.

A los indígenas mexicanos les tardaba muy poquito en subir. Doce, trece minutos, y de una bola que tenía hojas grandecitas de unos diez a doce centímetros cada hoja, más o menos ellos llegaban a mascar unas doce trece hojas. A los blancos nos costaba como treinta, treinta y pico de minutos empezar a notar los efectos y como unas veinte, veintipico de hojitas. Mascando, escupiendo, volviendo a colocar hojitas nuevas. Así trabajando siempre con calma. Ella nos solía contar cuentos mientras nosotros íbamos mascando, mientras íbamos trabajando. Y así supongo que cortaba nuestra impaciencia o el nerviosismo por saber si nos hacía o no hacía efecto.

A mí me da pena lo que han hecho con la salvia ahora, convirtiéndola en esa especie de preparado de hojitas secas que multiplican por cinco, que multiplican por diez, que entonces fuman y que realmente lo único que hace es tener una pérdida de sentido, una pérdida de conciencia que dura unos cinco o seis minutos que no sirve absolutamente para nada o simplemente para asustarse en la mitad de los casos o simplemente para decir “¡Wow qué experiencia más dura!”. Pero tampoco no ha servido absolutamente para nada. Realmente pienso que es una planta muy sabia y muy poco conocida por los pisconautas porque pienso que buscando esas concentraciones, debido a que aquí no se cultiva y una serie de cosas, realmente se ha perdido la utilidad tan grande que podría tener como planta de trabajo y de claridad mental. Yo no la comparo para nada con la marihuana…

¿Crees tú que la marihuana también se está mal utilizando al fumarla?

Sí, se está utilizando mal. A ver, tal como se está utilizando genera en las personas un tic psicológico que es la postergación. En inglés le llaman la procrastinación, dejar no para mañana sino para nunca lo que habría que hacer. Entonces pienso que se está utilizando incorrectamente. Y tengo una anécdota al respecto.

Yo no soy consumidora de porros. Realmente yo utilizo las plantas puntualmente, cuando creo que se necesitan. No por diversión ni por entretenimiento. No fumo. Entonces tampoco no me apetece el hacer un porro. Porque no fumo. Eso es algo que no forma parte de mis hábitos. Yo soy una persona que se cuida.

El año pasado estábamos en Nepal terminando las fotografías de mi libro de medicina tibetana que me han publicado. Íbamos con unos amigos y en países como Nepal, donde circulas por las carretera y la ves creciendo…. pasamos y dice un amigo “Mira qué flor más bonita, qué planta”, no sé qué, no se cuanto… Y entonces le digo “Esto es Cannabis, es maría”, y me dice: “¡Ah, esto es lo que cultiva mi hijo!” Nunca la había visto. Y dice: “¡Pero estos son campos de contrabandistas!” Y yo explicándole: “No, esto es la carretera general y esta es la planta característica de aquí, por lo tanto nace espontáneamente, de forma libre como en España puede nacer el romero”, ¿no? Y se quedó impresionado por lo bonita que era y por la cantidad… Pues es curioso que con la cantidad de maría que hay en ese país, son los hipis y los catalanes -los españoles en general, para que no sientan aludidos-, que van a hacer trecking, son los que realmente fuman aquella maría.

Allí se utiliza para unos rituales muy concretos relacionados con su religión hinduista. Y se realizan solo tres rituales al año en los que realmente se va a hacer té de maría, se va a hacer mantequilla y yogur de maría y se va a consumir maría, y en la mayoría de los casos ni siquiera es fumada. Se consume ingestada, que esta es otra cosa que pienso que hay que avisar a la gente joven: los pasteles de maría, la maría ingestada necesita cuarenta y cinco minutos para empezar a sentir que sube, por lo tanto suelen sobre dosificarse, lo cual puede causarles conflictos graves. Incluso no pueden moverse de donde se han quedado sentados. Se quedan clavados. Yo sé del caso de un grupo de gente que hicieron un pastel y se quedaron clavados en la playa cinco horas sin poderse levantar del suelo. Podían haber corrido peligro. En la zona que estaban habían ladrones y les robaron las carteras porque cuando vieron que no se podían ni rascar la nariz les vaciaron las mochilas y les robaron las carteras, pero les podían haber pasado más cosas. Entonces pienso que estas cosas sí que sería bueno que se diera educación, que se les explicara que comida necesita 45 minutos para que sean capaces de sentir realmente la cantidad de maría que han digerido y que se han colocado en el cuerpo.

Pero también así está sacada de contexto. Para el hindú, aquellos días son de conexión con sus dioses, de apertura espiritual, de trabajar su karma y de entenderlo y de saber qué están haciendo mal y qué deben cambiar. Le están dando una utilidad. En plan folklórico, juerguista una planta que nos deje clavados y sin podernos comunicar, tampoco nos sirve…

¿Y tú cómo empezaste a introducir las plantas en tu terapia o en tu práctica?

A ver. Yo sólo uso enteógenos. Me di cuenta de que salían muchos libros que de alguna manera incitaban a la utilización porque contaban sus beneficios. Y claro, cuando te cuentan los beneficios de algo, eso se convierte en algo que te apetece, pero que en muchos casos ni las dosificaciones expresadas ni las maceraciones, ni las utilizaciones estaban bien explicadas. En muchos casos todo quedaba ambiguo, mal definido. Con lo cual, por tener amigos en hospitales clínicos, empecé a enterarme de los problemas que aparecían en urgencias y que muchas veces esos médicos me llamaban porque desconocían aquellas plantas. No sabían qué debían hacer para poder ayudar en urgencias a aquellos muchachos. Entonces cuando estas llamadas empezaron a ser ligeramente altas, me planteé que tal vez valía la pena hacer un curso en el que realmente se les explicara cómo, de qué manera, cuándo y con qué…

¿A los doctores o a los consumidores?

A los consumidores porque a los doctores realmente no les interesaba demasiado. Estos amigos que me llamaban eran gente como más abierta de mente y que realmente querían ayudar y se daban cuenta que la utilización del protocolo no era suficiente o no funcionaba o era demasiado agresiva con los propios chicos.

También en algunos de ellos mostraron su inquietud como usuarios al ver a los muchachos que les aparecían en los hospitales sobre todo en los fines de semana. Entonces me planteé que podía ser interesante hacer estos cursos. Y bueno, así fue como empezaron estos cursos en los que se explicaba cómo, de qué manera, quiénes debían evitar determinadas plantas, pues porque a lo mejor tenían epilepsia o tenían un soplo cardíaco o tenían problemas en el hígado… Entonces qué podía ser mejor que utilizaran, en qué circunstancias se debían utilizar, en qué circunstancias no se debían utilizar y dar el máximo de información, para que, ya que iban a experimentar de todos modos, al menos que lo hicieran con un conocimiento, con una prudencia y que sacaran algo positivo de esa experimentación. Y así fue como de alguna manera empezó este trabajo.

Luego intentamos ver legalmente si se podía utilizar en cuanto a prácticas terapéuticas y demás. Y entonces nos encontramos allí con unas fuertes barreras y unas fuertes limitaciones. Con lo cual, lo que sí que hemos hecho a veces con pacientes que nos damos cuenta que el trabajo con estas plantas puede ser importante y necesario, pues lo que hago es ponerles en contacto con chamanes que están en la zona amazónica y les facilito el contacto, que los reciban y les atiendan; e incluso de que los padres les puedan acompañar, o el esposo o la pareja para que ellos también formen parte de esa orientación terapéutica, de esa recuperación. Y ese ha sido también un poco mi trabajo, ¿no? De facilitador de direcciones para que las personas pudieran encontrar remedio o curación en países donde es posible, ya que ahí esas costumbres son legales; y aquí en muchos casos las trabas legales son muchas y grandes.

¿Y tú has dirigido allá en aquellos países algunas sesiones?

Sí, sí, sí. He acompañado a un grupo de pacientes. Yo he dirigido grupos de ayahuasca porque bueno, pues algunos de los chamanes con los que trabajé me enseñaron, incluso a fabricarla, a cantarle, a cómo hay que preparar la liana, qué dimensión tiene que tener, cómo hay que cortarla, cómo hay que emulsionarla, cómo hay que cerrarla con el tabaco… todo el proceso lo conozco, se me ha transmitido. Y con algunos grupos sí que hemos ido allá y yo he dirigido los rituales e incluso he enseñado a algunas personas a dirigir rituales y a fabricar ayahuasca.

Lo que pasa es que aquí siempre tengo muy presente que hay una legislación, que hay unas leyes, y que no me apetece bajo ningún concepto que nadie termine entre rejas porque le hayas enseñado unas utilizaciones prácticas que en otra parte del mundo son totalmente legales y que además nos pueden aportar muchas cosas positivas. Yo espero que si se logra esta ley de unificación de Europa, adoptemos el aperturismo holandés y el aperturismo de algunos países de la Comunidad Económica Europea para que estos trabajos puedan ser algo claro, algo abierto, algo aceptado y que puedan ayudar lógicamente a aquel que quiera probar esta vía de curación. Y que puedan acceder a ella sin trabas, sin inconvenientes y sin conflictos legales.

¿Y al dirigir estos grupos, tú trabajas tal como te enseñaron los chamanes, o adaptándolas a tu conocimiento occidental o fundiendo las dos cosas?

Fundiendo las dos cosas. Es inevitable que sin querer nuestra parte occidental esté presente. Yo no puedo evitar que cuando estaba yo misma experimentando la ayahuasca estuviera analizando si en aquel momento estaba sufriendo una paranoia, si estaba teniendo una alucinación esquizoide… A ver, eso es inevitable que en un principio estas puertas, estos tabúes de mentalidad occidental aparezcan. Luego cada vez se transforman para intentar entender bajo qué principios activos está funcionando aquello, por qué está uniéndose a nuestros neurotransmisores… Entonces empiezas a entender la parte positiva del funcionamiento. Y luego el ritual chamánico para mí es el más válido de todos, el más entendible, pero lógicamente yo entiendo que las experiencias de los occidentales van a ser bajo los arquetipos occidentales. O sea, a un indio amazónico le aparecerá una yamana, pero es que un occidental no conecta con eso, lo transformará en una cobra, porque su cultura no tiene el símbolo de la yamana. Tendrá el símbolo de la cobra o el símbolo de Jesucristo como imagen de iluminación. Entonces te va a decir: “Se me ha aparecido el Cristo”. Bien, es lógico. El indígena nos hablará de la yamana, pero es que es lógico. Es un simbolismo. Nosotros hablaremos de la energía masculina y un inca me hablará del Padre Sol… Pero es que es lógico porque su asociación simbólica está con esos elementos. Por eso digo que es una fusión del chamanismo con ese punto occidental que es absolutamente inevitable. Porque lógicamente ese símbolo es el primero que nos va a salir a los occidentales.

Yo recuerdo que estábamos en los trabajos y había un muchacho mexicano y él nos hablaba de Kukulkán. Y era lógico, pero había una señora que decía, “No, si quien estaba aquí era Jesucristo”. Y yo pensaba, y cómo haya aquí un budista nos va a decir que estuvo Buda. pero es que los tres estaban hablando exactamente de lo mismo. Pero para ese mexicano, que además era de la zona de Cancún, era lógico que me hablara de Kukulkán, porque de alguna manera esa deidad forma parte de su cultura, ese maestro es el maestro para él en su cultura; pero es que también era lógico que esa señora occidental me hablara de Cristo, porque para ella Jesús es esa representación también del maestro. Entonces los tres habrían conectado con lo mismo, con la misma sabiduría. Lo único que cada uno me lo traducía a su simbolismo. Entonces ese punto de occidentalización sí que está, porque es que si al chamán tú le dices que allí está Buda, dependiendo de qué pueblito sea, te dirá “Bien, ¿pero quién es?” Entonces por mi bagaje occidental y curiosón, pues lógicamente entendía a este mexicano que me hablaba de Kukulkán y entendía a esta señora que me hablaba de Jesús y entendería si otro me hubiera hablado de Buda. Y yo no puedo evitar que esa parte esté dentro de ese ritual y todo el trabajo que yo realice.

¿Pero adoptas el ritual tal cual, con las plumas, el altar y todo eso?

Sí, sí. Yo adopto el ritual de los sonajeros, adopto el ritual de la planta, adopto el mantel, la mesa chamánica, la utilización del agua florida, la limpieza con flores, los baños con flores. O sea, el ritual es totalmente el ritual chamánico e intento cuando lo transmito que no le den toque occidentales. “Pues no, yo ahora aquí le pondría…” ¡No! “Este es el ritual, no lo cambies.” Si cambiamos el ritual, cambiamos la energía, cambiamos la fuerza… El ritual tiene fuerza porque lleva más de 5000 años haciéndose exactamente igual. Cuando cambiamos el ritual, cambiamos la energía arquetípica del ritual. Cuando le añadimos cosas diferentes al ritual, estamos cambiando esa fuerza.

Hay una cosa muy curiosa y es que en algún grupo de trabajo sólo con occidentales, les cantas las canciones de la ayahuasca, y es curioso cómo entra la ola de vómitos. Y esas personas en la vida han oído la canción de la ayahuasca, pero nada más empiezas a cantarla y ya vas viendo cómo va la ola y todo el mundo cómo va vomitando. Curiosamente jamás la han oído pero en cambio les mueve esa energía en el interior de limpieza, de renovación, de vuelo, de mareación. Si eso empezamos a cambiarlo, empezamos a modificarlo, lo destruiremos. Y dejará de tener esa fuerza real, dejará de tener ese poder intrínseco, ¿no? Entonces cuando cambiamos el ritual, le rompemos esa fuerza.

Dentro de nuestra explicación cultural, pienso que Jung lo define muy bien cuando nos habla de que hay un subconsciente colectivo y que en ese subconsciente colectivo nosotros conectamos, cogemos la parte filogenética de la especie humana. Entonces cada uno de nosotros hemos ido dejando dentro de esa especie de bolsa del conocimiento, en el archivito que correspondería a la utilización de la ayahuasca, pues todos los utilizadores de la ayahuasca que estaban en la parte genética y cultural y en una parte física de la tierra, han ido repitiendo permanentemente el mismo ritual, aunque estuvieran a cientos de kilómetros. Aunque unos estuvieran en Brasil y otros estuvieran en Perú y otros estuvieran en Colombia y otros estuvieran en la zona más cercana al Orinoco en Venezuela, el ritual es el mismo. Los símbolos son los mismos, las pinturas son las mismas, las entonaciones del cántico son las mismas. Entonces han ido dejando eso en ese subconsciente colectivo. Pero al mismo tiempo cada vez que alguien de hoy de esa misma zona, empieza un ritual chamánico conecta con esa sabiduría. Por lo tanto, cada vez que le hagamos una modificación a eso, estamos entorpeciendo, estamos distorsionando esa energía, esa conexión, esa pureza de enseñanza. Entonces terminamos destruyéndolo y perdiendo totalmente el poder. Se convierte en cincuenta mil cosas diferentes.

Entonces yo pienso que uno de los grandes males que ha sufrido el blanco es que todo lo que coge, lo transforma, pensándose que lo mejora… Que cosas… Para mí es lo mismo que coger un cuadro de Van Gogh y decidir que le falta un pájaro, ¿no? Y entonces vamos y cataclac, le metemos el pájaro porque nosotros hemos decidido que en un cielo tiene que haber pájaros…. O sea, para mí cuando al ritual tradicional le estamos modificando algo, añadiéndole algo que creemos que le falta es como si a ese cuadro de van Gogh le estuviéramos colocándole el pájaro porque nos ha salido de las narices ¿no? Estamos destruyendo aquella creación. Entonces para mí el ritual es algo que se debe mantener.

Es inevitable que hayan componentes occidentales, sobre todo si las personas que están participando del ritual son todas occidentales, pero sí forma parte el sonajero, la maraquita, las plumas, las yerbas, los humos para hacer la limpieza energética, las canciones de la ayahuasca, los siseos para armonizar la energía, el agua florida para ayudar a subir o bajar la energía de la sala, y también entrarían los tambores… Según que tipo de trabajo, tenemos también los tambores porque pienso que eso es lo que forma parte de esas enseñanzas del ritual.

¿Y por qué elegiste trabajar con ayahuasca y no con salvia o con sanpedro?

Porque era con lo único que había como una especie de vacío legal que parecía que podías trabajar. Con el sanpedro la legalidad es clara y contundente, está prohibido. Y con la salvia también había ese vacío pero lógicamente la salvia está casi restringida a unas zonas de México y también correspondía a unas estaciones del año que limitaban mucho más que la ayahuasca que está los doce meses del año al alcance. Y la posibilidad de hacer las ollas de ayahuasca porque la liana está en la selva y está todo el año. No tiene ritmos de estaciones. Entonces era la que facilitaba un poco más el trabajo. Y también la verdad es que las comunicaciones de España hacia Perú eran bastante más fáciles que las de España hacia otros países y el peruano también estaba un poco más abierto a compartir y a enseñar. El mexicano estaba todavía defendiéndose del blanco, del español que arrasó muchas veces con la espada su cultura. Entonces es mucho más difícil que el mexicano te acepte… Existen todavía mayas y te dicen que no, que han desaparecido. Y que te acepten que participes en un ritual te cuesta muchísimo. Han de tener bien claro de qué vas, a qué vas, cómo vas, con quién vas, de parte de quién vienes… Y yo lo entiendo. Lo entiendo y además lo respeto profundamente porque soy muy consciente, supongo por el hecho de que mi padre vivió muchos años tanto en México, como en Perú, como en Chile, que el español ha dejado heridas muy profundas de destrucción y de dolor. Entonces entiendo las reticencias y cierto proteccionismo hacia su cultura. Y esto es algo que les he respetado profundamente.

También acepto que por el hecho de que mi padre ha tenido muchos negocios en esos países, también tuvo trabajos representando al país de España, en funciones de cónsul y demás, también es cierto que eso me permitió tener acceso a personas que de otra manera me hubiera sido más difícil. Eso me permitió que… a ver a mí a los seis años me hacían trencitas con agua florida para que los males de ojo no me afectaran. En aquella época vivíamos en el Valle Sagrado en Perú, entonces también mi contacto con las culturas indígenas nunca me fue algo extraño, o algo rechazable o chocante. Era algo que formó parte de mi infancia.

Entonces cuando en Estados Unidos se me ofreció el acompañar un par de expediciones para la televisión y para grupos de estudios, pues me parecía interesante y no me daba miedo porque yo había participado de misas campesinas porque la tata que me cuidaba, no sabía qué hacer conmigo cuando mis papás no estaban y cogía y me llevaba. Me decía que me callara, y yo estaba allí y me callaba. Y bueno, lo asumí como algo que formaba parte de una manera de entender el mundo y por eso no me chocó tanto cuando entramos en contacto con razas que tenían formas distintas a las nuestras, algunas de ellas, porque otras ya habíamos estado en contacto. Y bueno me parecían agradables, me parecían muy buena gente y por tanto, no me producían miedo.

¿Y si todas las plantas y todos sus alcaloides fueran legales, con qué trabajarías?

Yo seguiría trabajando con ayahuasca porque pienso que es una planta que jamás va a generar adicción porque se tiene que utilizar dentro del ritual, dentro de un entorno agradable, quieto. No nos permite irnos de juerga. Nos pasamos casi dos tercios del ritual vomitando. Con lo cual no es algo que pueda hacernos conducir o comportarnos peligrosamente. También trabajaría con el sanpedro. Encuentro que es también una planta muy beneficiosa. Y sobre todo, la salvia. Por ejemplo para consultas, para sesiones cortas, en las que la persona tenga realmente un conflicto que recolocar o una experiencia traumática ya identificada pero que no sabe muy bien cómo recolocar… Pienso que en consulta se podría trabajar realmente muy bien con salvia y la personas no tendría ni por qué experimentar ni mareaciones ni sensaciones, ni pérdida del control. Por eso pienso que para la consulta de un psicólogo, de un psiquiatra podría ser realmente muy útil para momento puntuales o situaciones terapéuticas muy puntuales.

Estas tres plantas realmente pienso que serían muy útiles. La ayahuasca para sesiones de curación largas, para sesiones de curación en las que hayan enfermedades físicas graves e importantes, para ser esa nueva medicina que empieza a aceptar la medicina alopática que es la neuropsicoinmunología, para cambiar ese estado mental que está provocando la enfermedad pienso que la ayahuasca es perfecta porque decodificaría el estado patológico para volver a entrar en la codificación de salud del cuerpo, para esto sería muy útil la ayahuasca. Y para según qué tipos de conflictos emocionales, más profundos, más internos, el sanpedro y la ayahuasca segunda. Pero ya en sesiones más largas, en trabajos de todo un fin de semana, incluso de cuatro días de diversos procesos de preparación a esa terapéutica.

Yo si fuera legal, si pudiera hacerlo, así es como lo utilizaría. De momento pues nos tenemos que conformar con ir allá, porque tampoco es a veces factible que podamos traer chamanes para acá porque según cómo esté la legislación, de momento terminan en la cárcel y con la porción incautada…

¿Tienes algo escrito acera de tus experiencias terapéuticas?

No. La verdad es que nunca me lo he planteado. Realicé dos novelas. Una que es muy autobiográfica explicando cómo fue el contacto con el primer chamán que me acercó al conocimiento y demás. Cómo fueron mis primeras ayahuascas, qué experimenté con la salvia y todo eso lo convertí en una novela y de momento no he logrado publicarla. Me han publicado otras novelas, pero de esta cuando llegan al punto de hablar de ayahuasca me piden que camufle, que cambie nombres, que suprima explicaciones, y como eso no me apetece hacerlo, de momento son dos novelas malditas guardadas en mi cajón, que espero que alguna vez puedan ver la luz…

¿No has tratado en La Liebre de Marzo, que publica cosas de psiconautas?

Yo incluso lo entregué a la editorial de Cáñamo y me la devolvieron. No sé por qué de momento no han visto la luz… Pero bueno, yo sigo moviéndolas. Sé que en algún momento encontraré alguna editorial que las quiera publicar como están, sin cambiar ayahuasca por “la sustancia oculta de no sé qué…”

En mi web tengo una sección dedicada a Espiritualidad y Terapias con Psicoactivos y hago resúmenes de libros que he leído de personas que están utilizando sustancias psicoactivas en terapias y por eso te pregunto, para ver si puedes darme algo así para incluirlo…

No, no tengo. Yo si quieres te pudo buscar alguna parte interesante de alguna de estas dos novelas. Eso sí puedo pasártelo por e-mail para que puedas a lo mejor citarlo, o algo…

Pues, sí me parece muy bien. El resumen del mensaje que quiero dar, como te dije antes, es que en la antigüedad las usábamos en un contexto ritual para fines específicos, terapéuticos y de trascendencia de la condición humana; y ahora las estamos usando para quedarnos enganchados en la Matrix en lugar de ver qué hay detrás. Entonces la propuesta es volver a eso, investigar cómo se utilizaban antes y retomarlo, quizá en un contexto terapéutico porque ya , como tú dices, no nos podemos librar de nuestra occidentalidad; es difícil, pero se pueden combinar las dos cosas o ver qué nueva opción surge…

Yo pienso que sí, que sí se pueden combinar las dos cosas. Piensa que yo, sin quererlo, estoy haciéndolo. Yo mantengo el ritual y a las personas que se los transmito, es un machaque permanente de que al ritual no hay que modificarlo para no terminar con toda esa herencia filogenética que hay allí.

A mí me gustaría explicar todo esto y exponerlo, porque incluso los mismos terapeutas, ¿dónde se enteran? Si no se está publicando casi nada al respecto… Ahora yo doy Talleres de Trabajo con Sueños y le rento un espacio con una psicóloga que no tiene idea de todas estas cuestiones, nunca ha leído nada, ni en la universidad, ni nada. Y yo misma no sabía aconsejarle qué leyera. Ahora sí que le he pasado cosas de mi web, pero al mayoría son cosas que yo he traducido del inglés muchas veces porque hay un gran vacío en este sentido para los mismos psicólogos…

Sí y además en España se asocia la ayahuasca a la droga, y pienso que incluso a nivel de lingüística castellana es un error, hay que asociar la ayahuasca con psicoactivos, con enteógenos, pero jamás con la palabra droga, porque es que a la que utilizas la palabra droga ya hay una serie de tabúes tremendos. Y lo más divertido es que muchos de los medicamentos que se están dando para las enfermedades psiquiátricas son drogas. A ver el LSD se descubrió buscando un fármaco para enfermedades mentales. La cocaína, por ejemplo, aquí en España es una cosa que incluso los psicoanalistas no sabían que Freud había escrito dos libros sobre el uso terapéutico de la cocaína. Y siendo psicoanalistas, cómo les han podido omitir esa parte de Freud, ¿no?

Y aquí terminó la hora que me concedió Helen a quien agradezco profundamente el haber compartido su tiempo y sus conocimientos.

Entrevista realizada por Karina Malpica

web de Helen Flix

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