Entrevista a Wade Davis

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De Wade Davis se pueden decir muchas cosas. Que es el etnobotánico más famoso del mundo. Escritor de El río, un impactante libro que, según muchos, está al nivel de los narrados por Darwin o Alexander von Humboldt. Buscador de zombis en Haití, adonde llegó para conocer los secretos del vudú y averiguar si era posible que existieran los muertos vivientes. Antropólogo de la Universidad de Harvard. El ‘Indiana Jones’ real, mote que le endilgaron por sus constantes viajes, que le han permitido estar en el Ártico y, días después, en las profundidades de África. Explorador de National Geographic Society y, tal vez su calificativo más famoso: el alumno aventajado de Richard Evan Shultes, el etnobotánico más importante del siglo XX.

Pero todas estas virtudes, condensadas en un solo ser humano, nacieron en el lugar menos pensado: Colombia. Aquí llegó cuando tenía 14 años, a cumplir con un intercambio estudiantil; volvió en los años 70 para recorrer el país de palmo a palmo, desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el Amazonas, y estudiar la selva y sus plantas como una fuente inagotable de conocimientos. Y ahora, a los 60 años, lo visita una vez más para reafirmar, como él mismo lo dice, que aquí encontró un lugar en el mundo.

En entrevista con EL TIEMPO, afirmó que a lo mejor este documento –uno de los cinco con los que esta firma hará un inventario botánico de las principales regiones de nuestro territorio– tendrá el poder que no tiene nadie más para que los niños comiencen a entender el valor de las plantas, la presencia trascendental de ellas en cada momento de la vida y en un país que él resume en dos palabras: “una joya”.

Alguna vez Richard Shultes, su maestro, caminando por un barrio de Bogotá, encontró una flor que le pareció extraña, la guardó entre las páginas de su pasaporte, la envió a EE. UU. y allí se determinó que era una nueva especie de orquídea, la ‘Pachiphyllum schultesii’.

¿Cree que en estos tiempos, en los que la extinción se extiende como una epidemia, cosas así pueden seguir pasando en las ciudades?

Creo que en Bogotá es imposible, pero Chocó, la Amazonia o la Orinoquia son sitios que aún permiten hacer muchos hallazgos.

¿Cree que hace falta exploración, al mismo nivel de la que usted realizó en el país en la década de los 70?

Sin ninguna duda. El país más biodiverso del mundo no merece el nivel de exploración que hoy tiene. Apenas estamos comenzando a entender la ecología del Amazonas, con 80.000 especies de plantas con propiedades terapéuticas, de las cuales menos del 5 por ciento han sido analizadas para entender bien su composición química. Los colombianos deben reconocer y corregir esto. Tal vez en 500 años ningún país del mundo tendrá tanta riqueza como Colombia, por eso el camino es invertir en ciencia e investigación. Uno de los graves problemas que enfrentan la Amazonia y la Orinoquia es la deforestación, un problema que atenta directamente contra la flora.

¿Cómo analiza su impacto?

Este es un problema mundial. No puedo decir qué hacer, pero si puedo opinar que lo importante es lograr el balance entre el desarrollo económico, que es parte de la causa de esa tala, y la conservación.

¿Alguna sugerencia para lograr ese equilibrio?

Darle un valor a la naturaleza. Cuando decidimos hacer un proyecto, no se calcula el valor de un bosque o de una determinada área natural y por eso no se valora. Sabemos cuánto vale un proyecto minero dentro de una selva, por ejemplo, pero no sabemos cuánto podría costar esa selva dejándola quieta o cuánto le va a costar al país perderla o destruirla. Si hiciéramos esas cuentas, nos daríamos cuenta de que muchos proyectos mineros no son el mejor camino, sale más caro hacerlos que luego reparar lo que se daña. Colombia está lleno de proyectos mineros, incluso en zonas ambientalmente claves como la Amazonia… En el mundo hay muchas minas de cobre y oro (casi 4.000), también de carbón. Buscar una más, y en un lugar como el Amazonas, es como hacerle un hueco a la capilla Sixtina para sacar petróleo. Hay sitios adecuados para hacer esos proyectos, pero poner una mina en sitios estratégicos, como una selva o un páramo, no es lógico.

¿Veo, entonces, que es seguidor del desarrollo sostenible y no de conservar a ultranza?

Claro. La pregunta no es ‘cuántas minas se instalan’, debe ser ‘dónde, cuál sería el costo para el medioambiente, y para obtener qué beneficio. Todo esto, escuchando la opinión de la gente que vive en las zonas comprometidas.

Una pregunta que aún el país se hace, y sobre la que se genera mucha polémica, es qué hacer con la Orinoquia, donde hay fuertes intereses económicos, pero también ambientales. ¿Qué nos podría decir?

Creo que deben darle mucha más importancia a la sabiduría indígena, no decidir desde el centro del país con los ojos cerrados y frente a esa comunidades. Cuando yo recorrí el país en los años 70 y me iba a donde los indígenas, mis amigos colombianos me preguntaban por qué me iba a reunir con la ‘gente sucia’. Hoy no es así, las cosas han cambiado, incluso los presidentes se reúnen con los indígenas de la Sierra para abrir sus mandatos. Creo que una opción para dirimir ese conflicto sobre la Orinoquia es saber escuchar más a los indígenas, para no verlos como un problema, sino como parte de la riqueza.

Usted recorrió Colombia estudiando la hoja de coca. ¿Cree que ha sido una planta que ha sido tratada injustamente?

Por supuesto. El trabajo de encontrar la cocaína a partir de la hoja de coca es comparado con el maligno intento de usar un durazno para buscar el veneno que hay en su semilla. Es una especie que se ha satanizado injustamente y como una equivocación. Sabemos que la coca es medicinal, tiene más calcio que ninguna otra planta conocida y puede reemplazar el consumo de leche. Ayuda a la digestión; es, además, el antiséptico natural más importante.

¿Cree, entonces, en la legalización de las drogas como parte de la solución del comercio de la hoja y su estigmatización?

Sí, prohibir las drogas ha sido el mayor error de la historia. Cualquier riesgo que se asuma al legalizar el consumo siempre será mucho menor que las consecuencias que tiene prohibirlo. El abuso que cualquier persona hace de la droga se produce, así esta sea legal o no. Si los castigos actuales por consumir fueran la solución, ¿por qué este continúa? La amenaza no es la droga, sino la ilegalidad y la violencia que se generan en torno a ella. En términos absolutos, no existen drogas buenas o malas, solo usos correctos e incorrectos de ellas. La aspirina, sintetizada por algunas multinacionales y que ahora estas empresas nos venden, la descubrieron los indígenas en la corteza del sauce.

¿Considera justo que esto siga ocurriendo con nuestros recursos?

El desarrollo de nuevos medicamentos es necesario, pero vale mucho dinero y hay que reconocer que no está al alcance de muchos países, dependemos de unos pocos que tienen la tecnología y los recursos. Pero, al mismo tiempo, es necesario que exista legislación que obligue a esas empresas a hacer un reconocimiento económico y social a los dueños de las plantas, a los indígenas que las han descubierto y a los países de donde se extraen esas materias primas para desarrollar nuevos medicamentos.

¿Cree en el cambio climático o pertenece al grupo de escépticos frente a este fenómeno global?

Si el 99 por ciento de los científicos coinciden en decir que existe y que el dióxido de carbono ha dañado el clima, debemos creerles. Pero hay un punto para tener en cuenta: si vives en las ciudades, tal vez te resulte difícil creerlo; pero si eres un esquimal que habita el Ártico y observa aves que nunca había visto, seguro vas a ser más consciente de los cambios.

¿Cómo analiza la situación de la selva amazónica actual?

Hay mucha destrucción, sobre todo en Brasil, en Perú. Pero puedo decirle hoy que, a pesar de las amenazas y por la cantidad de terrenos protegidos por ley, la parte de esta selva tropical que quedará como legado para la humanidad en un futuro será la Amazonia colombiana.

¿Qué lugar le quedó por explorar en Colombia y quisiera recorrer?

Hay dos sitios que me encantan y a los que no he ido: Vichada y Guaviare, y a una gran parte de la serranía de La Macarena. También me gustaría recorrer el río Apaporis, el río de los sueños de Richard Evans Shultes, mi mentor.

JAVIER SILVA HERRERA

REDACCIÓN VIDA DE HOY

Fuente: http://www.eltiempo.com/

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