Una conversación con Robert Gordon Wasson

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(Tiempo estimado de lectura: 11 minutos)

por Robert Forte

Esta conversación tuvo lugar en la casa del Sr. Wasson en Danbury, Conecticut en octubre de 1985, 14 meses meses antes de que Gordon falleciese. Gordon Wasson fue banquero en Wall Street, vicepresidente de la J.P. Morgan Trust. La Micología era su pasatiempo hasta que se retiró del mundo de las finanzas en 1963, cuando se puso manos a la obra.

30 años después había publicado ocho libros en el campo de la etnomicología y docenas de artículos académicos desvelando el origen y fenomenología de algunas de las grandes religiones mistéricas de la humanidad. Llego a ser miembro honorífico del Museo Botánico de la Harvard University, y la ciudad de Yale le otorgó su estimado Premio Veblen. Pero el alcance de sus investigaciones todavía ha de ser apreciadas por la sociedad moderna. Hoy en América seria ilegal hacer lo que hicieron Gordon y su esposa trayendo el hongo sagrado al mundo occidental.

En 1957 escribían:

Qué entretenido ha sido descubrir en la micofobia el servilismo intencionado e indeterminado de muchos europeos ante un tabú tan simple como el que representan las gentes primitivas, un servilismo a respuestas emocionales que parecen provenir de los idas en que nuestros ancestros se encontraban cara a cara con los poderes milagrosos de los hongos sagrados. Perdido el secreto, el tabú sobrevive. Igual que las tribus que estudian nuestros antropólogos, nos aferramos a nuestros tabúes y buscamos su justificación racionalizándolos. Pocos hombres desean la libertad, por mucho que hablen. Pero de nuevo, quizás sea el hombre el que ejerce su libertad de acción cuando se afilia a los confines de su sinrazón (Wasson & Wasson 1957).

Robert Forte: Antes de nada me gustaría decir que es una placer estar aquí de nuevo Sr. Wasson. Tiene buen aspecto, aunque diga que su salud no es muy buena, no lo parece. Es una gran honor poder entrevistarle. Quisiera preguntarle primero sobre los comienzos de su carrera en la micología. Su primer descubrimiento fue que usted, por su origen anglosajón, había crecido ignorante del mundo de los hongos, con aversión, alejamiento e incluso miedo hacia ellos. Sin embargo su esposa, Valentina Pavlovna, de origen ruso, creció con un conocimiento y cierto apego hacia las setas más comunes. Estas diferentes actitudes fue lo que les propulsó en sus estudios. Mas tarde acuñó los términos micofobia y micofilia para describir estas actitudes opuestas. ¿Podría decir algo sobre esta diferencia?

R.Gordon Wasson: Después de estudiar la materia durante casi una generación lo primero que encontramos fue que no se trataba de una cuestión personal. No era Yo y no era mi esposa. Eran todos los rusos y todos los europeos los que sentían de estas dos maneras divergentes. Se nos ocurrió que debíamos investigar el porqué. Lo estudiamos durante 20 años, y luego, alrededor de 1939 nos sentamos juntos para decidir si debíamos seguir adelante o no. Los dos estábamos muy ocupados ganándonos la vida. Mi esposa entonces era pediatra. Su trabajo se veía constantemente interrumpido por los viajes relacionados con mi trabajo. El banco me envió a Argentina por un año, y fuimos juntos, naturalmente, ya que el banco era mi forma de vida. Entonces no era algo tan seguro como lo fue después. Por lo que decidimos trabajar duro y no desperdiciar más tiempo con las setas. Pero si había algo realmente importante en aquello entonces deseábamos continuar. En esta reunión en torno al final de la década de los treinta ambos descubrimos que teníamos un secreto, y que éramos demasiado tímidos para expresarlo. El secreto era que la religión estaba detrás de todo ello, detrás de aquellos que odian las setas, los que las temen y los que las aman, como el amor de los rusos.

¿Hasta qué punto cree que esta diferencia se debe a la potencia alucinógena de algunos hongos?
¿Se refiere a la potencia enteogénica?
¿Podría aclarar la diferencia?
Si. “Alucinación” significa “una mentira”. Una alucinación es nada. No me gusta esa palabra. No creo que deba ser utilizada. “Enteógeno” es una palabra mucho mejor. Un comité encabezado por el profesor Carl Ruck, académico de clásica de la Universidad de Boston, inventó esa palabra y todos la adoptamos de forma unánime en lugar de “alucinógeno” para designar aquellas substancias orgánicas reverencias por el hombre antiguo por su potencia y por su habilidad para imponer respeto. La Amanita muscaria es el principal estrógeno fúngico, pero el género Psilocybe a menudo tiene propiedades enteogénicas. “Enteógeno” significa simplemente “Dios generado dentro de ti”
Entonces “alucinación” significa algo falso, o no real.

Si. Esta bien para Timothy Leary y los de su clase, ellos pueden utilizarla, pero es una palabra ruin y gastada, “alucinación”. No es una alucinación lo que experimentas cuando consumes los hongos que producen visiones y que hablan.
¿Hasta que punto cree que la micofobia y la micofilia se deben a la potencia enteogénica de algunos hongos?
Bueno, creo que es precisamente por eso. ¿No esta de acuerdo?
Si. Pienso que podría ser otro ejemplo de la gran ambivalencia que encontramos en relación con lo sagrado a lo largo de la historia. Hay una gran atracción por lo sagrado y mucho de ello se convierte en tabú. ¿Cuanto tiempo estuvo involucrado en la micología hasta el descubrimiento de los hongos sagrados de Méjico?

En 1952 recibimos un recorte de prensa que envió Robert Graves. (1) Lo encontró en la redacción del periódico de Ciba, en Nueva York. Hablaba del descubrimiento de un culto a los hongos en Méjico. Los frailes que acompañaron a los conquistadores de Méjico escribieron sobre este culto. Aunque no decían mucho sobre ello, eran muy escuetos, lo que decían era preciso y bueno, tan bueno como puedes esperarte de aquella generación, ya que entonces no había micología. No sabían distinguir una seta de otra.
Deborah Harlow: Sr. Wasson, usted dice que fue en 1952 cuando recibió este comunicado del señor Graves, pero fue en 1939 cuando cuando usted y la señora Wasson tuvieron ese presentimiento sobre la religión y los hongos. ¿De donde vino este presentimiento?
Bueno, vino de haber estudiado los hongos desde 1927. Teníamos algunas pistas sobre las prácticas asiáticas de consumir Amanita muscaria. Lamentablemente no tenemos en inglés una palabra para designar este hongo. Es un hongo sin nombre en Ingles. Estamos privados del privilegio de hablar de ella de forma coloquial. Tenemos que utilizar el nombre botánico Amanita muscaria. Esto es reflejo de la antipatía a todas los hongos, y particularmente a la Amanita muscaria, que es una gran seta y que no ha sido aún estudiada a fondo.

¿Era usted o su esposa particularmente religioso antes de comenzar su búsqueda?
No éramos particularmente religiosos. Yo no soy particularmente religioso aún. Pero religioso, bueno, ligeramente religioso. Mi padre era un pastor episcopal.

¿Entonces esto era un hobby para ustedes?
No lo considerábamos como un hobby. No hubiéramos dedicado tanto tiempo si fuera un hobby. Pero lo manejábamos con la mano izquierda, por decirlo de alguna manera. Ella estaba ocupada tratando de seguir adelante con la medicina y yo estuve trabajando primero en periodismo y mas tarde en las finanzas.

Se deshizo entonces del miedo a los hongos bastante pronto, no?
Si, si. Mi esposa ganó esa batalla.

¿Había leído sobre la existencia del hongo Divino?
Con el tiempo supimos de exploradores en Siberia oriental en el siglo XVIII y XIX; ellos encontraron estas prácticas. Se quedaron perplejos, les disgustaba la “suciedad” de esas tribus paleo-siberianas y despreciaban su cultura y esa practica de comer hongos para intoxicarse. Pero algunos de los observadores tenía mucho talento, merece la pena leer cuidadosamente su testimonio. Los nativos, después de probar el alcohol, decían preferir el hongo. No tenía los efectos secundarios de una borrachera y les gustaba más. Ninguno le prestó la más mínima atención. Muy trapicheramente los europeos pensaban que les hacían un favor introduciéndoles al alcohol.

¿Así que la primera sospecha sobre el hongo divino apuntaba a la Amanita muscaria en Siberia?
Si, esa fue la primera de la que oímos. La siguiente vez que encontré la Amanita fue cuando empecé mis viajes después de la muerte de mi esposa en 1958. Bueno, por supuesto, viajábamos juntos a Méjico cada año durante la década de los 50 y todos nuestros descubrimientos tuvieron lugar en aquella época. Pero era un tipo diferente de hongos.

Luego, después de Méjico, quería comprobar cómo sería en Asia. Entonces cuando me retiré, la misma noche, volé a San Francisco y embarqué en un carguero que me llevó a Auckland en Nueva Zelanda. Luego fui a Australia, Nueva Guinea y finalmente a India. En India cogí el Rig Veda y me puse a leerlo. El noveno mandala esta dedicado por entero a la planta sagrada soma, y ahí es cuando nos pusimos manos a la obra.
Lo primero que hice fue pedir al profesor Ingalls en Harvard que me recomendase a alguien, un estudiante graduado, para ayudarme con las preguntas en sánscrito. Me dijo que tenía a una chica, Wendy Doniger O’Flaherty, que sería estupenda para aconsejarme. Pero no merecía la pena preguntarle porque no aceptaría. Estaba “demasiado llena de vida”, dijo. Yo le dije, “¿porqué no la dejas a ella decidir?” ¡Y aceptó a la primera!, con entusiasmo, aunque nunca me había conocido. Bueno, la verdad es que salió muy bien. Nuestra correspondencia fue magnífica. Ella estaba en Massachusetts, y yo en mi casa en Nueva York. Después de terminar el doctorado (Ph.D) en Harvard fue a Oxford donde realizó estudios de sánscrito, y ahora es profesora en la Universidad de Chicago.

Antes de meternos de lleno en la cuestión del soma debería preguntarle más sobre sus experiencias en Méjico. ¿Cual era su actitud cuando estaba metido en ello? A menudo los occidentales han tenido una actitud condescendiente hacia las prácticas religiosas de las llamadas culturas “primitivas” . ¿En qué pensaba cuando conoció el hongo mejicano y qué fue a buscar?

Bueno, creo que la actitud de muchos americanos, especialmente los antropólogos -ahora no quiero decir nada demasiado severo pero encontré antropólogos, algunos de los mas jóvenes- que piensan que la religión no es una materia de estudio. No están interesados y no se preguntan sobre ella. Tienen otras cuestiones que les interesan más. Relaciones de parentesco. Dedican tiempo en saber con quién te puedes casar y con quien no; cuestiones fútiles como esa. Pero en lo que respecta a la religión, no existe para ellos. También sienten desprecio por los misioneros que pueden andar cerca. Creen que adoptan una actitud enteramente equivocada. Por supuesto los misioneros tratan de convertir a los nativos, y a veces lo hacen de manera no muy sabia, pienso yo. Pero cuando son sinceros, comprueban cual es la actitud del nativo hacia la religión. Eso les interesaba muchísimo, aunque para algunos antropólogos eso no era materia. Bueno, les tengo mucha simpatía a los misioneros. Ellos, los inteligentes misioneros, aprendieron la actitud hacia la religión de los nativos, y no despreciaban las religiones locales.

Pusimos un enorme esfuerzo en publicar nuestro libro, María Sabina and her Mazatec Mushroom Velada, ¡un esfuerzo interminable! con los Cowans, George y Florence Cowan, eran misioneros ahí. Trabajamos en ese texto durante 15 años. Teníamos que pasarlo de mi cinta de audio a Mazateca vivo, deletreándolo en la manera que habían diseñado los Cowans y sus asociados para escribir este lenguaje no-escrito para luego publicarlo, línea por línea, en español, inglés y mazateca; dejando la pagina izquierda para el mazateca y línea por línea, las otra lenguas. ¡Un esfuerzo enorme! ¡Y no he notado que haya habido reacción alguna por parte de nadie! Pero estoy tan orgulloso de él como de cualquier otro libro que he escrito. Esta disponible en dos ediciones. Una es la cara, con discos y la otra con cassettes.

¿Entonces su actitud al ir a Méjico era una actitud apreciativa?
Bueno, fui ahí para ver cómo era este culto. Deseaba aprender de él y no deseaba ignorarlo.
Usted informó que María Sabina lamentó haberle divulgado el secreto de los hongos porque muchos extranjeros le siguieron..
No sólo extranjeros, también fueron mejicanos a explorarlo. Los mejicanos pudieron haber aprendido de ello por su cuenta, en los relatos de los frailes del siglo XVI, que son fascinantes. ¡Esos viejos frailes! Bueno, algunos de ellos eran unos fanáticos, pero muchos de ellos eran buenas personas.

¿Supo por primera vez de estos cultos por Robert Graves?
Si, me envió ese recorte del diario de Ciba y luego de Richard Evans Schultes que escribió dos artículos de los que tuve noticia en 1952. Los había escrito en 1939 y 40 -muchos años antes- pero entonces todo era engullido por la guerra. Se fue a la Amazonia.

¿Cuando fueron usted y la señora Wasson a Méjico?
En 1953 tomamos parte en una velada, como se ha llegado a conocer en inglés. Una “vigilia nocturna” es lo que quiere decir, o una “vigilia de noche”. Los hongos se toman solo de noche. Uno no habla de ellas en una plaza pública o en compañía de gente. Hablas de ello solo cuando estas en casa cara a cara con tu anfitriona o alguna otra persona. Esa es la manera en que hablas de los hongos. Ese era el reproche de María Sabina. Había tanta gente que se hicieron conocidos. La gente no se comportaba. Bebían alcohol. ¡Piensa en ello! ¡Bebiendo alcohol y tomando hongos al mismo tiempo! ¡Muy chocante! Y no es que me oponga al alcohol.
Lo que fue una magnífica contribución a la antropología y la historia de las religiones, un enorme logro de la señora Wasson y usted, se convirtió luego en la fuente de una gran tristeza.

Si, bueno, ya lo habíamos anticipado. Dijimos que deseábamos darle la presentación que se merecía, lo más digna posible, y así lo hicimos. Escribí un artículo en la revista Life (Wasson 1957) que fue restringido.
Aunque María Sabina pudiese pensar que la velada con el hongo se hubiese arruinado por la intrusión de gente blanca, otra manera de verlo es que el hongo fue rescatado de la oscuridad. Mucha gente tiene ahora la oportunidad de aprender de esto.
Si, por supuesto, inevitablemente habría desaparecido. El rito completo hubiera desaparecido, y podría haber desaparecido desapercibido. Esta era una manera en que podíamos preservarlo para la posteridad.

En esta época comenzó su asociación con el Dr. Albert Hofmann, al que contacto para identificar los compuestos psicoactivos de estos hongos.
Si, así es. Fue Roger Heim, director del Museo Nacional de Historia Natural. El había trabajado ya con Albert Hofmann. Cuando Heim no tuvo éxito analizando los hongos en París, los envió a Albert Hofmann. Hofmann esperaba hace tiempo poder tener estos hongos. Se preguntaba como podía contactarme para hacer el trabajo químico. Al final resulto ser un trabajo mucho más sencillo de lo que esperaba porque los compuestos del hongo están relacionados con los compuestos del ergot.

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Comentarios (1)

 

  1. Felipe dice:

    Que historia más maravillosa!!! siento el llamado de cada planta y hongo enteógeno del que leo…

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