Jacques Mabit, un curandero francés

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(Tiempo estimado de lectura: 10 minutos)

Llegó al Perú en los 80 para trabajar en un hospital en el Altiplano como médico y quedó fascinado con las prácticas ancestrales porque le resultaron “eficaces, baratas y adecuadas culturalmente”. En el 92, fundó Takiwasi, donde se cura a los adictos con ayahuasca. Este año, recibió un premio de DEVIDA y la Cooperación Técnica Belga. Aquí, su vertiginosa historia.

La boa negra, inmensa, se le presentó de golpe y no le dio tiempo de huir. No demoró demasiado en envolverlo, como si tuviera prisa por llevarlo a su madriguera, un hueco oscuro que daba la impresión de ser infinito. Entonces, tuvo la certeza de que aquello sería el fin, de que en su funeral estarían sus padres lamentándose por el hecho de haberlo dejado ir a la selva, siendo él un médico francés, con un futuro prometedor.

“Mañana, en Tarapoto, a nadie le va a importar que un gringo se haya muerto”, pensaba. “La vida es así. Quiso hacer las cosas correctas”.

Pero se había equivocado.

Cuando te toca, te toca.

“Jacques no tiene ninguna importancia”.

“Jacques no tiene ninguna importancia”.

“Jacques no tiene ninguna importancia”.

Luego de escuchar aquello, aceptó la cuestión. El mundo y el universo no van a dejar de funcionar por su muerte; no dependen de él; total, ¿quién es? NADIE. Entonces, con la misma violencia con que hizo su aparición, la serpiente desapareció, desenroscándolo; y tuvo la sensación de revivir.

Setenta curanderos

“¡Esto es para machos! ¡Esto es para guerreros de verdad!”, le dijo el curandero mientras pasaba delante de él para ir al baño. Jacques, que todavía estaba zumbado, sonrió para sí mismo, sintiéndose orgulloso, ahí sentado, dentro de una maloka, en medio de la selva de Tarapoto. Era el año 1986, tenía 30 años, y era la segunda vez que tomaba ayahuasca. La primera, cuando empezó a sentir las vibraciones iniciales, se asustó: “¡ni siquiera me había emborrachado en mi vida!”, y luchó para mantenerse despierto, lúcido; y así fue.

–Me sentí un tonto, así que la siguiente vez decidí entregarme por completo a la planta; fue fascinante descubrir que, en una sola noche, había entendido sobre mí mismo mucho más que con años de psicoterapia, estudios filosóficos o de medicina, junto a un hombre que apenas sabía leer y escribir, dentro de una chocita, por ahí… Pero encontré lo que buscaba: una medicina intensa y con un potencial de curación increíble. En cada sesión descubría más cosas.

Luego, empezó un proceso de aprendizaje en el que conoció a más de setenta curanderos, recorrió diferentes regiones de la Amazonía peruana, sobre todo por la zona del río Huallaga, y participó de sesiones de ayahuasca.

–Sin embargo, fueron cinco los curanderos con los que tuve real afinidad. Uno de ellos, Aquilino Chujandama, me adoptó durante siete años, hasta el año 93, cuando murió. Me gustaba el viejo; fue como una relación de padre e hijo. Él ya no tomaba ayahuasca, pero me enseñó muchísimo. Únicamente me soplaba con cantos y ello bastaba para tener visiones, sin tomar nada.

Pero, en la octava sesión de su vida, el ayahuasca, planta maestra, le indicó el camino.

Haciendo aprenderás

Delante de Jacques, en un gran salón, había doce personajes sentados detrás de una larga mesa. Era como estar frente al jurado de alguna universidad importante. Jacques estaba de pie, impactado por la singularidad de esta gente. Luego de mirarlo de arriba a abajo, le hablan:

–Somos los espíritus guardianes de la selva. ¿Por qué estás acá?, ¿por qué tomas ayahuasca?

–Quiero aprender de esta medicina. Entonces, el hombre que estaba al centro de la mesa, digamos el presidente del jurado, lo mira fijo y dice:

–Está bien. Te autorizamos a entrar a este territorio, pero tu trabajo va a ser este.

De pronto, el escenario cambió: ahora Jacques estaba curando a adictos.

–Para mí fue una sorpresa total; nunca había tenido experiencias con drogas; ni siquiera alguien cercano a mí; no sabía nada de eso, era algo muy lejano a mí. Sin embargo, al mismo tiempo me reconfortó porque sabía que eso no me lo podía inventar. Si hubiera querido inventarme algo, hubiera sido un destino más simpático o fácil pero, ¿lidiar con adictos?

Luego, en una siguiente sesión, se le apareció una mujer de unos 45 ó 50 años, “un poco gringa”, con el cabello corto, que le dijo:

–¿Quieres seguir aprendiendo? Un niño experimenta nueve meses de gestación antes de nacer, pero no hay un entrenamiento para nacer; naciendo aprendes a nacer. Tú ya estás en gestación; haciendo vas a aprender.

Al día siguiente, en Tarapoto, Jacques recibe una llamada de Lima de un amigo suyo, psiquiatra. Casi no pudo creer lo que oyó al otro lado del auricular:

–Jacques, amigo. Tengo un paciente que es un verdadero adicto a la cocaína y, para serte sincero, la psicoterapia

ya no funciona; me aburre y no sé qué más hacer. Sé que tú andas haciendo trabajos con curanderos y plantas, ¿no querrás ayudarme con este chico?

El joven viajó a Tarapoto; Jacques lo iba a recibir en su casa; fue su primer paciente.

–Me puso de cabeza; me volvió loco; me manipuló, me robó y hasta me reprochó diciendo: “Tú eres una buena persona, ¡pero de adicciones no conoces nada!, ¡mejor te enseño yo!”. Luego de tres semanas lo regresé a Lima; era insoportable.

Entonces comprendió que había que organizarse; había que buscar un administrador, un psicólogo, fondos, infraestructura para el centro… pero, sobre todo, un terreno para construirlo. Eran inicios de los años 90.

Ellos te buscarán

Todos los días, camino a su casa, Jacques pasaba por un terreno abandonado, donde había una pequeña casa casi en ruinas, resguardada por un guardián. Un día se detuvo a observarlo y pensó: “un terreno grande, bien ubicado, ¿por qué no?”. Así que se puso en contacto con la dueña pero, enseguida, ella le dijo que no iba a venderlo. Jacques consultó con el ayahuasca y la planta se pronunció: “No te preocupes; este terreno es para ti. No te muevas más; ellos te van a buscar”. A los dos meses, la dueña tocó la puerta de su casa.

–¿Siempre quiere comprar el terreno? Me han ofrecido un negocio en Lima y necesito la plata ya. Tiene ocho días para decidirse.

–Yo le pago inmediatamente, pero solo tengo 30 mil dólares.

Era la época del terrorismo y la selva no era un lugar propicio para estar a salvo; así que la señora aceptó. Luego, ella le contó que había tenido un sueño, sin ayuda del ayahuasca, donde una voz le decía que ese terreno se lo iba a vender a un gringo parecido a su esposo, “¡cuando lo vi, supe que le iba a vender mi terreno!”; luego, Jacques se enteró de que su esposo había muerto por sobredosis de cocaína en la casa ahora derruida; luego, leyendo, supo que Richard Spruce, un inglés que descubrió el ayahuasca para el mundo occidental, en 1857, en Brasil, luego de viajar por toda Latinoamérica, había vivido dos años en Tarapoto, “fue lo que más le gustó de todo el viaje”, cerca del río Shilcayo, en el Aguajal, “¡y el Aguajal estaba al lado del terreno que había comprado!”.

Mundo invisible

El Centro de Rehabilitación de Tox icómanos y de Investigación de Medicinas Tradicionales, Takiwasi (“la casa que canta”, en español), abrió sus puertas en 1992. Hasta 1996, Jacques Mabit –Doctor en Medicina de la Universidad de Medicina y Técnicas Medícales de Nantes (Francia), diplomado en Patología Tropical (IMTAnvers) y Naturoterapia (Uni. París XIII)–, tuvo el apoyo del gobierno francés:

–La noción de que se podía limpiar, purgar, curar al drogadicto con plantas les pareció interesante y me ayudaron durante cinco años. Pero luego dejaron de hacerlo, presumo que por posturas políticas.

Sin embargo, Jacques ya empezaba a hacerse conocido como “el francés que cura con ayahuasca” en diversos países de Latinoamérica y Europa, por las conferencias que daba en universidades y los artículos que escribía. Para él, el mundo invisible y el componente espiritual, “también dicen algo”, pero están ignorados por la ciencia moderna. Señala que el mundo occidental sigue la línea de la lógica, mientras que el indígena y el de las religiones, la de la analogía. “La analogía se hace evidente en la interpretación de los sueños”. Por ello es que el ayahuasca adquiere mayor significado en el contexto de las sociedades guerreras de la Amazonía, estructuradas en torno al “mito de la justicia”. Ello, por supuesto, contrasta con el “mito del amor”, considerado en las sociedades occidentales.

Jacques explora, además, las posibilidades de intercambio que existen entre ambas culturas, y cómo se puede estructurar una nueva sociedad más allá de los mitos mencionados. Por lo pronto, en Takiwasi se apuesta a que el paciente recupere el sentido de su vida y su vocación.

–A veces, en algunas universidades, me decían que era discípulo de Jung, por no decir que era un farsante. Te ponen una etiqueta y no escuchan más lo que dices. Por ello, en ocasiones resulta difícil compartir experiencias transracionales o trascendentales. Si tú me dices “estoy enamorado de una chica y cuando la veo siento un no sé

qué en el estómago y me emociono y puedo dar la vida por ella”, te tildaría de loco si no he tenido una experiencia similar. Te diría “¿cómo te vas a matar por una chica? ¡A mí también, cuando corro en las mañanas, me late fuerte el corazón y se me humedecen los ojos!”. La vivencia espiritual trasciende a la lógica racional habitual. Por eso, hay que experimentarla.

Delito de secta

Delante de Jacques había un juez francés que leía las acusaciones en su contra por: estafa, delito de secta, tráfico de drogas, incitación a su consumo y asociación de malhechores. La prensa francesa hacía eco de las mismas en sus titulares y para Jacques todo aquello resultaba surrealista; pero esta vez no se trataba de una visión más.

Esto sucedió en el 2003, cuando el padre de una joven francesa lo denunció en su país. La chica quería visitar Takiwasi para resolver sus problemas emocionales y le había contado, por teléfono, que sus padres estaban en contra de la idea. Entonces, Jacques intuyó problemas y se negó a recibirla.

–Primero, hay que decir que, entre los años 98 y 99, empecé a hacer sesiones de ayahuasca en países europeos como Francia y Suiza, justo cuando se empezaron a armar “cacerías de brujas” en Francia e iban en busca de sectas (en el 2000 se promulgó la ley de “delito de secta” en ese país). Entonces, sentí que el ambiente no era favorable y paré. Algunos años después, el padre de esta joven, un profesor de secundaria que me parece pertenecía a una logia masónica y que tenía sus conexiones mafiosas por ahí, me denunció. ¡Me denunció por lo que hubiera pasado si su hija hubiera venido! Una cosa de locos.

La conversación con el juez francés resultó todo un dolor de cabeza para Jacques:

–A esa señorita no la he visto en mi vida; nunca vino a Takiwasi, ¡nunca tomó plantas!

–le dijo.

–Lo sé, doctor, pero, oficialmente, mientras no esté concluida la investigación, es como si no lo supiera –respondió echándole un vistazo a los papeles que tenía en la mano, con desgano. Luego añadió, resoplando–: ¿Podría usted comprobar que no es jefe de una secta?

–¿Cómo se prueba eso? Lo que sí le puedo decir es que no hay ninguna denuncia contra mí de alguien que haya venido realmente a mi centro y haya tomado ayahuasca.

–Doctor, ¡no sea ingenuo! ¿Cuándo se ha visto que un heroinómano vaya a denunciar a su dealer?

–¡Pero hay una gran diferencia entre lo que usted dice y mi trabajo!

–Eso dice usted.

–¡Eso lo dicen los científicos en estas revistas especializadas!

–rebatió Jacques agitando las publicaciones como si le fuera a dar en la cabeza con ellas.

–Esos son científicos norteamericanos, no franceses.

–Pero en Francia nadie estudia el ayahuasca.

–Ah, entonces, no sé qué se puede hacer.

Pero así como el padre de una chica lo denunció, el padre de otra le tendió una mano. Se trataba de un señor belga, adinerado, que había sufrido mucho por las adicciones de su hija, a la que Jacques ayudó a salir de las drogas. “Busca el mejor abogado de París; yo te lo pago”, le dijo el agradecidísimo belga. La siguiente vez que Jacques visitó al juez, fue acompañado de William Bourdon, el abogado que enjuició a Pinochet en Francia y al gobierno norteamericano por los presos en Guantánamo.

–Un tipo de gran envergadura, que siempre salía en televisión. Algo así como el juez Baltasar Garzón. Recuerdo que el juez me miró con cara de “¿cómo diablos se ha conseguido semejante abogado?”. Entonces no hubo juicio; todo se quedó en la instrucción; se anuló todo; se archivó todo, ¡porque no había nada! Fue un desgaste, pero felizmente todo acabó en el 2005.

La importancia de Jacques

Jacques Mabit llegó al Perú en los 80 para trabajar en un pequeño hospital rural en el Altiplano –como miembro de uno de los tantos proyectos de Médicos sin Fronteras en los que participó en países pobres alrededor del mundo– y quedó fascinado con las prácticas ancestrales que le resultaron “eficaces, baratas y adecuadas culturalmente”.

En julio del 2008, se declaran patrimonio cultural peruano los usos tradicionales del ayahuasca, a través de una resolución del Instituto Nacional de Cultura publicada en el Peruano; ahí se hace referencia a un expediente elaborado por la doctora Rosa Giove, ex Decana del Colegio Médico de la Región San Martín y encargada de hacer el seguimiento biomédico a los pacientes en Takiwasi, que concluye que la tasa de éxito de los pacientes que terminan el tratamiento en Takiwasi bordea el 67%. En noviembre de ese mismo año, Takiwasi recibe el premio en Salud Mental 2008, en el marco de un concurso promovido por el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado”. En marzo del 2010, Takiwasi fue premiado por DEVIDA (Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas) y la Cooperación Técnica Belga (CTB) por sus buenas prácticas en prevención y tratamiento del consumo de estupefacientes.

Ante esto, contradiciendo al ayahuasca cuando se le manifestó por primera vez, habría que acotar: “Jacques sí tiene importancia. Jacques sí tiene importancia…”.

Por Gabriel Gargurevich Pazos. Fotos de Christian Osés

Fuente: http://portal.cosasperu.com.pe

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Comentarios (2)

 

  1. irene dice:

    lectura importante

  2. Rodrigo dice:

    Excelente articulo! Muchas gracias por escribirlo. Admiro mucho a este medico frances y si tengo la suficiente suerte, algun dia trabajare con el. Saludos!!

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