EL GRAN PASO ADELANTE EN PSICOLOGÍA

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Hace algunas décadas nuestra cultura moderna redescubrió algo sustancial e insoslayable. Este hallazgo reabrió las puertas de una dimensión olvidada y negada de la existencia humana, que exigía (como siempre lo hizo) ser explorada y reconocida. Esta exhumación moderna permitió al hombre recordar y recordarse, reaprehender sus potencialidades y posibilidades de expresión, legitimó el derecho al conocimiento íntimo, y amplió finalmente, los estrechos confines que la conciencia materialista había impuesto al hombre.

La década del 60 fue un momento crítico, que marcó un hito social y cultural sin precedentes en la historia occidental. Fue el momento del estallido y el cambio. Las empalizadas del sistema saltaron en pedazos y las astillas laceraron los ojos ortodoxos y pusilánimes. El telón de los Estados se hizo a un lado y las bambalinas quedaron al desnudo revelando la evidencia, antes apenas intuida. La mirada audaz atisbó el engaño pergeñado, oculto tras un velo transparente, apenas hilvanado; las políticas paternalistas dejaron de ser útiles porque su pueblo-niño ya no vestía la ignorancia ni la deshonra. Todo o casi todo, salió a la luz, y fue esa luz fulgurante de la lucidez la que derritió la escarcha de los fríos valores enquistados.

La generación moderna se dio cuenta que la tierra prometida por sus padres era un valle estéril donde ya nada podía sembrarse, y decidió despertar. Abrió bien los ojos a la injusticia, y desempolvo las motas de pasividad de sus vestiduras para caminar con mayor soltura… generación beat contracultura Morrison mayo francésrevolución sexual Joplin liberación femenina Vietnam Hendrix Lennon… Esta lista interminable, que nunca va a ser exhaustiva, y los miles de anónimos que también la nutrieron, fue lo que permitió el intento y la posibilidad.

Pero perdimos una guerra visible, una guerra cruel, donde se polarizaron las partes y donde muchas veces combatimos contra nosotros mismos. La actitud contestataria fue una estocada eficaz, que desestabilizó los cimientos del status quo y la conformidad de los poderosos, pero también nos sumió en una contienda inmadura donde nos rebelamos para llamar la atención, actitud que encubrió nuestra secreta necesidad infantil de sentirnos reconocidos, por esos, a los que paradójicamente combatíamos. Esto nos paralizó y nos endureció, se fragmentó eso que siempre creímos iba a ser homogéneo, se eligió el exceso como forma, y la desintegración fue una cualidad distintiva de la época (la desintegración social, ideológica, filosófica, política, partidista). La contienda no pudo poner fin al desacuerdo: el orden soñado nunca llegó y la tristeza se extinguió junto a la esperanza con el último rayo del día. La conciencia ensancho sus horizontes, pero termino siendo constreñida por la violencia, la uniformidad y el desencanto. Esa revolución no bastó para cosechar frutos maduros, pero nos permitió sembrar buenas semillas. Semillas que penetraron esquivas, entre grietas de paredes de concreto, y anidaron fértiles durante mucho tiempo. Hoy, están floreciendo.

Sobre esas semillas quiero hablar ahora.

La palabra Enteógeno es un neologismo acuñado en la década del setenta por una serie de investigadores que buscaban una nueva taxonomía en el campo de la etnobotánica. Este término quiere decir “Volverse divino interiormente” o “La divinidad generada en nuestro interior”. Se usó para designar una serie de compuestos, derivados de ciertas plantas, utilizados desde tiempos inmemoriales por infinidad de culturas, que las consideran, aun hoy, medicamentos sagrados. Estos embriagantes, que producen efectos particulares en la conciencia y en la percepción de la realidad, facilitan una exploración profunda en el vórtice de nuestras realidades más íntimas y ocultas, y nos permiten descubrir la asombrosa dinámica de nuestra vida interior.

LSD, Mescalina (Peyote), Psilocibina (Teonanacatl), Ayahuasca (Yagé), DMT, Amanita Muscaria, THC (Cannabis), Salvia, Datura, MDMA (Éxtasis), MDA, STP, DPT, son algunos de sus nombres. Algunos son tan antiguos como la humanidad misma y otros son hijos nuevos de la reciente civilización. Muchos de ellos, han permanecido junto a la humanidad por milenios; perennes, inmutables, aliados perpetuos del hombre, que lo guían y acompañan en ese viaje increíble, inabarcable e infinito que es la vida del alma.

La experimentación masiva con la LSD y otros enteógenos en la década del 60, le recordó a la moderna civilización, lo que la filosofía perenne de la humanidad siempre ha sabido: “Nuestra conciencia normal de vigilia, no es más que un tipo especial de conciencia, en tanto que alrededor de ella y separada por los más ligeros velos, se extienden formas de conciencia totalmente diferentes…apliquemos los estímulos adecuados y allí estarán, en su totalidad” (William James). La experimentación con psicodélicos (Es decir “que revelan el alma”) fue una reaparición moderna, de viejos principios conocidos por innumerables tradiciones, a lo largo de todo el planeta y de todas las épocas. Estos fármacos, fueron, como dice cierto autor, una grieta en la mentalidad materialista y socavaron los principios fundamentales de la ciencia tradicional y del pensamiento racionalista.

La semilla había empezado a florecer.

Pero, el uso que se le dio a estos compuestos en la década del sesenta difería con creces a los de otras civilizaciones. La salvaje experimentación con enteógenos fue una muestra de que la sociedad occidental carecía de un marco de contención filosófico y espiritual para utilizar estos compuestos. Las emergencias en la salud, y las incontables dificultades que ha traído el uso irresponsable de estos fármacos (pánico, flashbacks, etc.), han generado una reacción desfavorable por parte de un gran sector de nuestra sociedad, que ha llevado a instaurar absurdas políticas de prohibición y persecución. Esta condena social, nos priva de las que probablemente sean, las herramientas más adecuadas para la exploración de nuestro psiquismo.

La psicología debería estudiar mejor la historia, y percatarse de que las ciencias del alma no comenzaron con Sigmund Freud, aunque haya sido este, el genio que permitió que se instaurara como disciplina reconocida, en el marco de la hegemonía científica-racionalista. Freud descubrió los principios básicos de la psicología profunda y explico la dinámica del inconsciente. Fue un héroe, pero se negó a reconocer lo que estos fármacos evidencian con claridad desde tiempos remotos: hay otras realidades y otros estratos de la consciencia apenas imaginables, que influyen tanto o más que las insignias de nuestra infancia temprana. Carl Jung, quiso que el maestro viera un poco más allá, pero el maestro sólo tenía tiempo para defender su estructura, que con tanto ahínco y esfuerzo había construido. Este esquema edificado es, por supuesto, el método psicoanalítico.

La nueva psicología, que no termina en la psicología transpersonal, sino que comienza allí, que está en proceso de gestación y aun desarrollándose, tiene en estas sustancias, el paso siguiente previsible en el desarrollo y evolución futuro de las ciencias del alma.

Stanislav Grof, uno de los fundadores de la Psicología Transpersonal, dice que estos compuestos, los enteógenos, son para la psicología lo que el microscopio es para la biología, o el telescopio para la astronomía.

Los enteógenos son activadores inespecíficos de los procesos inconscientes, tienen el poder de animar e iluminar los recovecos ocultos de nuestra vida interior, potencian lo que está dormido y escondido en nuestra oscuridad. Derriban nuestros sistemas de defensas y nos despojan de viejas estructuras, permitiendo la crisis y la posibilidad de cambio. Evidencian la angustia, desnudándonos, frente a lo inaceptable de nosotros mismos. Nos ayudan en la difícil tarea de tomar nuestra vida en nuestras propias manos. Pero cuidado, no son “balas mágicas” ni medicamentos milagrosos, no actúan por si solos. Requieren de personas idóneas que reconozcan tanto sus posibilidades como sus potenciales peligros, pero para que esto sea posible, es necesario que se reconozca la utilidad que estos compuestos tienen.

Los psicólogos, tenemos la responsabilidad, como modernos médicos del alma, de reconocer el potencial curativo de estos fármacos y abogar por su utilización responsable y pertinente.

Los dogmatismos y las petulancias políticas, no permiten construir nuevos marcos legales que amparen el estudio y la investigación de estos enteógenos. Los gobiernos deberían retirarlos del mercado negro, asumiendo el deber estatal de regularlos, brindando información fidedigna. Las campañas prohibicionistas antidroga no deberían utilizar a estos como chivo expiatorio, demonizándolos y condenando a cualquier tipo de usuario a la marginalidad del consumo ilícito. De este modo los gobiernos no fomentarían la inseguridad, el narcotráfico, el crimen y la corrupción.

No estoy haciendo apología del consumo, ni tampoco meto a todas las drogas en el mismo saco. Hay drogas más peligrosas que otras, y estoy de acuerdo en que sean controladas. Pero la drogas enteogenicas tiene el índice de abuso y dependencia más bajo de todas. Son medicamentos visionarios (No alucinógenos, como los llaman algunos), permiten encontrar respuestas, y estoy convencido que si se utilizaran en forma adecuada sus beneficios superarían con creces a los peligros. Pero para esto, es necesario que dejen de estar sujetas a control tan estricto, y las políticas restrictivas deben permitir que se las investigue en los contextos adecuados y bajo las condiciones más favorables. Estas drogas están clasificadas en la Lista 1 como drogas de “alto potencial de abuso” y “sin valor terapéutico reconocido”. Esto es injusto, ya que en las manos adecuadas y tomando las precauciones debidas, los enteógenos son extremadamente seguros y sanadores (como demostró la amplia investigación psicoterapéutica con LSD que se realizó en Europa y EEUU en las décadas del 50 y 60).

Los psicólogos no deberíamos cerrarnos a concepciones que no casen con nuestra formación académica y profesional. Tenemos que flexibilizarnos y asumir que nuevos horizontes se avecinan para nosotros. El paradigma de la ciencia tradicional está virando el timón y navega ahora en mares tempestuosos, donde las noches son mas largas. El día no ha llegado, pero ya asoman rayos de luz que pueden iluminar lo antes oscurecido.

Naufraguemos. La tierra prometida, nos espera.

Habrá frutos nuevos.

Alguien ya plantó las semillas.

APÉNDICE NECESARIO DE “EL GRAN PASO ADELANTE EN PSICOLOGÍA”

Esto no es “psicologismo”. Que no se entienda mal el mensaje.

La psicología, no es lo único que pulsa para cambiar la conciencia. No somos tan importantes.

Dicho esto, puedo seguir con la perorata.

Por más caprichosa que sea la mentalidad fosilizada de nuestros mentores académicos y profeionales, éstos intuyen que viene un cambio. La psicología transpersonal está siendo aceptada, aunque parcialmente todavía, y con ciertos recelos. Para ser más claro, no es que la psicología transpersonal sea “aceptada”, sino que la ciencia ha ensanchado sus confines y, es ahora, que dentro de esos confines cabe esta nueva psicología. Lo que quiero decir, es que hay un ensanchamiento de los marcos, casi invisible, que se mueve muy lentamente.

Y esto me parece importante, también.

Usar enteógenos como herramienta de conocimiento NO implica estar titulado por una universidad. El título universitario, en la mayoría de los casos, solo sirve para ser enmarcado y colgado en la pared de un consultorio improvisado. Lo que hace a una persona idónea para trabajar con estos fármacos es el arduo camino de descubrimiento personal. En las antiguas culturas, los que hacían uso de estos compuestos eran hombres de conocimiento, que habían atravesado innumerables crisis y se habían vencido muchas veces a sí mismos. Los laureles académicos no bastan para trabajar con estados modificados de conciencia.

Por último, estoy totalmente en contra de esa gente improvisada, viciosa de lo exótico, que monta burdos y peligrosos rituales con estas sustancias, poniendo en riesgo la seguridad de otras personas.

Hay que cuidarse de ellos.

Aquellos occidentales que han podido adquirir conocimientos de primera mano sobre el uso ritual de enteógenos, son absolutamente respetuosos de ellos y los utilizan con el cuidado y el respeto que se merecen.

Nahuel Sosa

Documento sin título
 

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Comentarios (1)

 

  1. Oscar Reyes dice:

    Muy interesante, comparto tu posición pero a la vez marco en lo que te referías al final de tu ensayo. El cambio tiene que ser en todo ámbito y desde lo micro a lo macro. Somos agentes de cambio.
    Pero hay un problema que tu muy bien lo señalas, el uso creo que yo tiene que ser guiado, pero estos “guias” son muy cerrados. Entonces ahi tambien tiene que haber una modificacion, si queremos realmente hacer ese cambio y lograr cosas como en los años 60.

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