Ken Wilber: El abrazo de Oriente y Occidente

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(Tiempo estimado de lectura: 9 minutos)

Ken Wilber nació en Oklahoma, Estados Unidos, en 1949. Se interesó inicialmente por la Medicina, pero, tras dos años de estudios, se dió cuenta de que lo que le interesaba realmente era algo que fuera más creativo. Creyó que ese algo podría estar en la Bioquímica, que le dejaba un campo más amplio de investigación y, finalmente se graduó en Bioquímica en la Universidad de Nebraska.

No obstante, pese a acabar con buenas notas la carrera, comprendió que ni la Medicina, ni la Bioquímica ni la Ciencia podían responderle a las eternas preguntas: ¿quién soy yo?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿por qué estoy aquí?

Entonces comenzó a estudiar con entusiasmo las Psicologías y Filosofías de las grandes tradiciones de Oriente y Occidente. (…) Había estado dedicando mi vida al estudio de la ciencia sólo para toparme con la lamentable conclusión de que, sin estar equivocada, la ciencia posee sin embargo una perspectiva brutalmente limitada y estrecha. (…) Wilber criticará luego en sus obras no a la ciencia en sí, sino al intento de la ciencia de acaparar toda la realidad (cientifismo).

Dejó el doctorado y se puso a fregar platos para tener un sustento material que le posibilitara cumplir su sueño: dedicarse a la investigación de la conciencia y a publicar libros. Sus profesores de la facultad quedaron horrorizados. A los 23 años escribió su primer libro, El espectro de la conciencia, que tuvo una gran acogida. (…) Durante los cinco años siguientes seguí lavando platos, sirviendo mesas, trabajando en una tienda y escribí cinco libros más. (…)

Eso de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer no deja de cumplirse en el caso de nuestro autor. En Gracia y coraje, su trabajo más personal, Wilber narra el hecho más importante de su vida: el encuentro con la mujer que sería su esposa, Treya, y el periplo vital que supusieron los siguientes años, cuando a ella le detectaron sucesivos cánceres que condujeron finalmente a su muerte en 1989.

Llamado el Einstein de la conciencia, Wilber es considerado como el gran teórico de la Psicología transpersonal, rama de la Psicología que surgió a finales de los años sesenta y que se caracteriza por contemplar las experiencias espirituales, negadas o ignoradas por la Psicología ortodoxa. A pesar de ello, la obra de Wilber no puede circunscribirse únicamente a la psicología, sino que es más bien la obra de un auténtico filósofo de nuestros días, en la que ésta no es sino una de las muy diversas ramas del saber que su obra abarca.

En sus obras se encuentran referencias a los grandes filósofos y místicos tanto de Oriente como de Occidente, Platón, Buda, Plotino, Shankara, Ibn Arabi, Maharsi, así como a los grandes pensadores de la modernidad occidental como Kant, Hegel, Freud, Jung, Piaget, Habermas y un largo etcétera.

Ken Wilber no se dedica a los estados transpersonales (los que van más allá de la personalidad o ego) desde un punto de vista únicamente teórico, sino también experimental, pues tras más de dos décadas de práctica del Budismo zen, además de otras disciplinas, había alcanzado un grado considerable de despliegue de los niveles transpersonales, aunque nunca se consideró a sí mismo un maestro espiritual, sino más bien un pandit, un estudioso, a la vez que practicante, de disciplinas espirituales.

La obra de Wilber se construye a partir de lo que él llama generalizaciones orientadoras, que no son sino verdades amplias de los diferentes campos del saber humano -Física, Biología, Psicología, Sociología, Filosofía, Teología, etc. -, sobre las que existe un acuerdo casi total. A partir de ahí trata de construir un modelo de la realidad que sea realmente comprehensivo, que incluya las muy diversas teorías sobre el hombre y el Universo que han aparecido en la Historia, las limpie de sus limitaciones e integre sus verdades en un modelo mucho mayor de la realidad, que tenga en cuenta las verdades de la ciencia pero también las de la philosophia perennis.

En sus obras encontramos un portentoso despliegue de ecuanimidad, y a diferencia de otros grandes autores, la exposición de su relato es sencilla, metódica y muy asequible para el lector.

HOLONES

El Universo es holónico. ¿Qué significa ésto? Que está constituido por totalidades-partes. Un holón es algo que constituye una unidad en sí mismo y al mismo tiempo es una parte de un conjunto mayor. Pongamos como ejemplo una letra. Una letra es una unidad en sí misma, pero al mismo tiempo es una parte de una palabra, que es una unidad en sí misma y una parte de una frase, totalidad en sí y parte de un párrafo. Otra serie holónica sería la formada por átomo-molécula-célula-órgano-cuerpo, donde cada elemento es una unidad en sí misma, al tiempo que una parte del subsiguiente sistema que trasciende a las partes al mismo tiempo que las conserva. Un ser humano es también un holón, pues es una unidad en sí mismo (compuesto de muchas partes) y al mismo tiempo es una parte de una realidad mayor.

Los holones tienen cuatro movimientos o capacidades: dos verticales y dos horizontales. El primero de los impulsos horizontales es la individualidad, que es la tendencia del holón a conservar su totalidad, su unidad, su actividad propia frente a las presiones del medio. La otra tendencia horizontal es la comunión, que es la tendencia a conservar la parcialidad, el impulso a seguir siendo parte de una unidad mayor. Las capacidades verticales son la autodisolución, que ocurre cuando un holón fracasa en conservar su individualidad o las relaciones que mantiene con otras individualidades y se disgrega en los subholones que lo componen (las células se descomponen en moléculas que a su vez se disgregan en átomos); por el contrario, la autotrascendencia es el impulso a crecer, a evolucionar, un proceso que incorpora lo que ya existía y le agrega componentes nuevos (por ejemplo el cerebro humano consta del tallo reptiliano, al que se le añade el sistema límbico, al que se le añade el neocórtex).

Los holones no están dispuestos al azar, como producto de una mera casualidad. Wilber recupera la idea de jerarquía (hieros: sagrado; archos: gobierno), como la forma en que el Cosmos se ordena de forma natural. El hombre no puede sustraerse, por mucho que quiera, a este principio ordenador. Frente al terror que produce hablar de jerarquías hoy en día, Wilber distingue entre jerarquías naturales y jerarquías patológicas. Una jerarquía natural es simplemente el orden evolutivo, que va del átomo a la molécula y de ésta a la célula, un proceso de crecimiento hacia sistemas cada vez más holísticos e integradores. Una jerarquía patológica o de dominio tiene lugar cuando un holón no ocupa el puesto que le corresponde y trata de tiranizar a la totalidad (por ejemplo una célula cancerosa en el cuerpo o un tirano en la sociedad).

Así llegamos a la Gran Cadena del Ser, legado de las grandes tradiciones espirituales de la Humanidad (la philosophia perennis), según la cual el Cosmos se compone de diversos estratos de realidad que van de lo más burdo a lo más sutil, llegando finalmente a Dios (el Espíritu), fundamento de todo (aspecto inmanente) y cumbre de la evolución (aspecto trascendente). Cada nivel superior trasciende, a la vez que incluye, al inferior. Resumiendo, podemos decir que esta Cadena se compone de materia, cuerpo, mente, alma y Espíritu, o fisiosfera, biosfera, noosfera, teosfera y Espíritu. Estos niveles del Ser son holones y se ordenan jerárquicamente. El mundo de la materia es trascendido por el mundo biológico; así, un vegetal trasciende pero incluye a la piedra. La intuición (alma) supera a la razón (mente), pero la incluye en una totalidad de orden superior. Podemos hablar de niveles de Ser o de niveles de Consciencia. Todos los niveles de la Gran Cadena son importantes, pero obviamente cada nivel más elevado es más real, más verdadero, más trascendente, pues es como un recipiente cada vez más grande y más pleno del Espíritu. Los niveles superiores van emergiendo a través de los inferiores, pero esto no quiere decir que los inferiores sean la causa de los superiores. Al contrario: lo inferior viene de lo superior, pero su despliegue se hace a través de lo inferior. Por ejemplo, la mente se actualizará en el hombre después del cuerpo, lo que no quiere decir que el cuerpo sea la causa de la mente.

El Hombre Real (Self, Atman, Testigo), es básicamente uno con el Espíritu, pero antes de alcanzar esa Consciencia de la Unidad encarna en sucesivas vidas en las que va perfeccionándose sucesivamente. Así, va pasando por los distintos niveles de la Cadena, identificándose y desidentificándose sucesivamente a medida que progresa con la materia, la vida, la mente y en algunos individuos, el alma y el Espíritu. El espectro del desarrollo de un ser humano pasa por tres grandes etapas: prepersonal, personal y transpersonal; o preegoica, egoica y transegoica; o premental, mental y transmental. Lo preegoico comprende el nacimiento y la infancia, hasta que va surgiendo una cierta conciencia mental de la propia identidad. Ahí nace lo egoico, que en la adolescencia se manifiesta plenamente y que con el paso de los años va madurando hasta llegar a una etapa existencial, en que la persona se pregunta por su existencia, y por el porqué de la vida. Esa sería más o menos la frontera entre lo egoico y lo transegoico, la etapa final de lo personal y la antesala de lo transpersonal. Lo que hemos llamado transpersonal o transegoico constaría a su vez de varios niveles más: psíquico (o nivel del yogui o del chamán), sutil (nivel del santo) , causal y no dual (niveles del sabio). Todo esto, por supuesto, no es sino un gran resumen. Las sociedades actuales ayudan a llegar hasta lo mental, pues ahí está su centro de gravedad, su nivel evolutivo medio, pero no conducen, e incluso obstaculizan, en gran medida, el acceso a lo transpersonal (mundo del alma y del Espíritu).

LA FALACIA PRE-TRANS

La evolución del hombre va de lo prerracional a lo racional y de ahí a lo transracional. Lo racional no destruye a lo prerracional, sino que lo trasciende e incluye. Cuando en el adolescente aparece la mente de forma patente, no por ello deja de tener cuerpo y alimentarlo y cuidarlo. Del mismo modo, lo transracional no hace que toda la vida anterior deje de tener sentido, sino que la razón común se ve superada e incluida y el centro de gravedad de la existencia se eleva y se hace más real.

Wilber explica que como hay un dominio racional (que es el centro de gravedad de nuestra cultura) y dos que son no racionales (uno premental y otro transmental), el ojo inexperto tiende a confundirlos a ambos y a considerar que ambos son el mismo. No se distingue entre lo que es inferior a la razón y lo que es superior. Esto es como confundir a un preescolar con un postgraduado por el simple hecho de que ninguno de ellos está en la escuela.

Solemos cometer uno de estos dos errores. O bien todo lo trasmental es reducido a lo premental, en cuyo caso lo superior queda convertido en lo inferior, y los grandes filósofos y místicos de la Historia reducidos a psicóticos. Éste es el error cometido por Freud y por el cientifismo de Occidente. Para ellos la cumbre del desarrollo es lo mental, y por ende nuestra cultura occidental actual. O bien, en el extremo opuesto, todo lo premental es convertido en transmental, con lo cual lo inferior se convierte automáticamente en lo superior y el narcisismo infantil se convierte en la union mystica. Este error lo atribuye Wilber a algunos psicólogos en ciertas ocasiones y a la mayoría de los entusiastas del New Age, que no distinguen lo pre de lo trans.

La falacia pre-trans es importante porque nos permite distinguir entre un verdadero Maestro y un pseudogurú vendedor de iniciaciones, o entre una comunidad transmental, como un shanga budista, y un grupo premental, como una secta. Además existen grupos prementales que se sirven de la literatura y prácticas transmentales y las desvirtúan, creando la confusión consiguiente y arruinando enseñanzas que son por otra parte las flores de la Humanidad.

Ken Wilber se muestra explícito sobre los problemas que aquejan actualmente a la Humanidad: (…)La crisis ecológica, el principal problema de Gaia, no es la polución, los desechos tóxicos, el agujero de ozono ni nada por el estilo. El principal problema de Gaia es que no existen suficientes seres humanos que se hayan desarrollado hasta los niveles posconvencionales, mundicéntricos y globales de conciencia, que son los únicos que pueden llevarle automáticamente a ocuparse de las cuestiones globales.

Autor: Antonio Jurado

fuente: http://ivanascagliusi.blogspot.com

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